Rafael Lionisio-El Correo
España siempre sale en puestos de clase alta en los análisis que diferentes medios hacen sobre su nivel de libertades. La clasificación la lideran los países nórdicos
No hay duda de que la calidad de la democracia española se encuentra en entredicho. Desde hace unos cuantos años cada vez más voces, sobre todo desde un sector de la izquierda, se han unido a quienes venían hablando de España como un país con demasiadas carencias como para ser considerado una democracia plena (o incluso una democracia propiamente dicha) equivalente a la del resto de naciones de nuestro entorno. En el año 2014, por ejemplo, Alberto Garzón decía que España era «una democracia de mínimos o de baja calidad». Y sin ir tan lejos en el tiempo, en primavera Pablo Iglesias definió a la democracia española como «devaluada» y luego Quim Torra equiparaba a España y Turquía en materia de derechos civiles y políticos.
Nadie debería rasgarse las vestiduras por reconocer que el sistema democrático español tiene fisuras. En general ningún sistema político es perfecto y si tomamos como punto de comparación el concepto de democracia ideal seguro que España estará alejada de él. Sin embargo, juzgar a España en comparación con un modelo teórico de democracia plena que solo aparece en los manuales de ciencia política no sería justo. Más que confrontarnos con el ideal habría que hacerlo con lo realmente existente, es decir, con el resto de los países del mundo. Si hiciéramos un ranking de democracias en cuanto a su calidad y funcionamiento, ¿en qué lugar se situaría España? ¿Al nivel de Turquía o al de la mayoría de Estados pertenecientes a lo que conocemos como Occidente? En el mundo hay bastantes clasificaciones de democracias que se realizan con diversas metodologías. Repasemos algunas de ellas.
La Freedom House es una organización no gubernamental, aunque financiada en su mayor parte por el Gobierno de EE UU, que investiga y promociona la democracia, la libertad política y los derechos humanos. Desde los años 70 mide el estado de los derechos políticos y libertades civiles en todos los países del mundo, y los clasifica en una escala que va del 1 (plenamente libre) a 7 (sin libertades). En su último año de medición (2018), la Freedom House situaba a España en el 1, empatado con países como Suecia, Noruega o Japón y por encima de otros como Francia, EE UU o Corea del Sur. Esta misma organización elabora desde 2003 otro índice que también mide las libertades de cada país, y que va de 0 a 100. En 2018 solo tres naciones (Finlandia, Suecia y Noruega) alcanzaron la máxima puntuación. Llegó a los 94 puntos (lo que supone un puesto 18 empatado con Alemania, Eslovenia o Islandia), superando los 90 de Francia, los 89 de Italia o los 86 de EE UU. Turquía, con 32 puntos (y 5,5 en el índice anterior), es considerado un país no libre y se sitúa en la cola, justo por encima de Iraq.
La segunda clasificación se la debemos al semanario británico ‘The Economist’, que elabora desde el año 2006 un índice de democracia basado en sesenta indicadores. Este va de 0 a 10 y solo aquellos países que superan el 8 son considerados democracias plenas. En 2018, España obtuvo un 8,08, teniendo por encima a 18 países, de los cuales el pódium lo ocupaban Noruega (9,87), Islandia (9,58) y Suecia (9,39). En esta clasificación España se situaba por encima de democracias tan señeras como EE UU (7,96), Francia (7,8), Bélgica (7,78) o Italia (7,71). Solo 20 naciones superan el 8, es decir, para ‘The Economist’, entre los 167 países del mundo solo hay 20 democracias plenas y una de ellas es España.
Finalmente tenemos el denominado ‘The Polity Project’ que elabora el Center for Systemic Peace (CSP), un centro de investigación con sede en EE UU, en el Estado de Virgina. El proyecto codifica cada país en una escala entre -10 y 10. El primero supone el máximo nivel de autocracia y el segundo el máximo nivel de democracia. Para el último año que hay datos disponibles (2017), España estaba en el pelotón de 32 naciones que obtenían la máxima puntuación, por encima de EE UU, Islandia, Bélgica, Francia, Chequia, Argentina o, por supuesto, Turquía, que obtiene cero puntos.
Pueden sorprender algunas inconsistencias como la de Islandia (tercer país para ‘The Economist’ y al que el CSP no le da la máxima nota), pero esto se debe a que las clasificaciones se basan en diferentes indicadores que se elaboran dando pesos distintos a aspectos como las libertades, los procesos electorales, el funcionamiento del Gobierno o la participación política. Sin embargo, podemos decir que a pesar de esas distintas metodologías las conclusiones son muy similares con el norte de Europa en general y los países nórdicos en particular liderando las clasificaciones y con España siempre en puestos de clase alta, superando a naciones como Francia o EE UU, de los que nunca diríamos de antemano que tienen democracias de peor calidad que la nuestra.
También se ha criticado a estos índices por tener determinados sesgos, como por ejemplo cierta tendencia al liberalismo económico y político de la Freedom House y de ‘The Economist’. Tendrán el que tengan, pero ese es un sesgo para todos. Si no lo hubiera España estaría en la misma o en una posición parecida. Es decir, en los primeros puestos del mundo en cuanto a la calidad de su democracia.