EL MUNDO 10/03/14
SANTIAGO GONZÁLEZ
No parece que el PP tenga un modelo eficaz de coordinación entre la dirección nacional del partido y sus organizaciones autonómicas, las baronías. Esto ha llevado a los presidentes autonómicos del partido a optar por medidas unilaterales para hacer frente a las horas bajas (y días y meses y algunos años) que padecen los políticos en el imaginario colectivo: reducción del número de parlamentarios autonómicos, cambios en el sistema electoral, que los alcaldes salgan de la lista más votada, primarias para elegir a los cargos y congresos abiertos a la militancia. Estas particularidades pueden acabar dotando al partido del Gobierno de un atractivo aire, no ya autonómico, sino confederal, que va muy a tono con los tiempos.
Las posiciones de los barones disidentes con la ley Gallardón sobre el aborto tal vez obedezcan al mismo temor y a la falta de coordinación citadas. Por un momento pensé que las cuatro abortistas que interrumpieron el discurso de Mariano Rajoy, con la cara y las manos pintadas de rojo, pero convenientemente acreditadas, eran cuatro afiliadas que habían llevado demasiado lejos su heterodoxia. No era tal, sino un fallo de los mecanismos de seguridad.
Al congreso abierto a los afiliados se ha apuntado también el PP vasco en este fin de semana, con una variante especialmente interesante, que consiste en abrir la dirección del partido a los afiliados, a muchos afiliados. Nunca se ha visto una ejecutiva más numerosa, 86 miembros, a saber: una presidenta, tres vicepresidentes, una secretaria general, un portavoz, dos presidentes de comités (electoral y de garantías), 28 secretarías, siete vicesecretarías, cinco vocales de libre designación y 17 vocales natos.
Llama la atención que el único afiliado que no ha cabido haya sido Carlos García, el bravo concejal de Elorrio, que ha perdido su cargo. No se había visto una dirección tan cuajada desde los buenos viejos tiempos del Comité Central del Partido Comunista Chino, lo que vendría a explicar estas sutilezas maoístas de atacar con más ardor la contradicción de primer plano que la contradicción principal.
El presidente nacional del partido acudió acompañado de Cospedal y Floriano, en una troika que, por decirlo con el lenguaje de la nueva presidenta, fue al congreso «con billete de vuelta para Madrid». Sucesos como éste van poniendo en Rajoy cierto aire de suegra consentidora que apoya a una presidenta regional contra dos dirigentes nacionales que son carne de su carne y sangre de su sangre.
Él designó a Alonso portavoz del PP en el Congreso y eligió a Oyarzábal para la secretaría de Justicia y Libertades de la Ejecutiva Nacional. ¿Dos figuras nacionales derrotadas en el ámbito local? Aceptar su derrota en lance tan banal es un rasgo de zapaterismo: José Luis nombró ministras a dos consejeras andaluzas a las que se quería quitar de encima Manuel Chaves.