IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
Los datos del mercado laboral del mes de noviembre han sido buenos. Lo cual es una excelente sorpresa en estos tiempos de zozobra. La afiliación creció en 81.000 personas, una vez corregida la estacionalidad, y el desempleo detuvo su tendencia. Considerando que noviembre ha sufrido los rigores del confinamiento, las cifras son buenas.
El problema es que no reflejan la situación real, sino la ‘apariencia’ que vemos a través de las medidas adoptadas para paliar el destrozo. En primer lugar, no podemos olvidar que hay 790.000 afiliados menos que al principio de la enfermedad y que las cifras esconden -porque no las reflejan- al millón largo de afiliados con ‘actividad limitada’. En total, 746.900 afectados por los ERTE y 346.800 autónomos que reciben una prestación.
Es decir, es evidente que las decisiones tomadas amortiguan la caída, como lo es el hecho de que ahora necesitamos otro tipo de medidas que creen empleo para que todo vuelva de verdad a su cauce. Al menos al anterior, que tampoco es que fuera muy brillante.
Con la actividad pasa lo mismo. El número de empresas cerradas es grande, pero todavía no es enorme. Bien, pero luego vemos los datos de la encuesta del Banco de España y comprobamos que la mitad de las empresas están en pérdidas y el 10% apunta al cierre. No se nota porque los créditos concedidos han ampliado sus carencias y la legislación concursal se ha tomado unas vacaciones. Pero, ¿qué pasará cuando haya que devolver el dinero recibido y el derecho vuelva a la oficina?
Ese va a ser el gran reto. De momento hemos cumplido con la parte más urgente, aunque sea utilizando un dinero que no tenemos. Luego, debemos demostrar que la economía española es capaz de caminar sin las muletas que hoy en día la sostienen.