Luis Ventoso-ABC
Lo de ayer de los policías resume un agravio que irá a más
La mecánica de este embuste les sonará, porque ya es un clásico. Febrero de hace dos años, un cuarentón alto, apolíneo y muy seguro de sí mismo, vestido con una chupa vaquera y con un micro inalámbrico en la mejilla, habla a la concurrencia frente a un cartel rojo del PSOE donde reza: «Asamblea abierta de Castelló». Un joven de barbas del público, policía de profesión, le pregunta por la equiparación salarial de la Guardia Civil y la Policía Nacional con los cuerpos catalán y vasco, que cobran considerablemente más. El orador le responde con gran convicción: «Quiero que sepas que nosotros hemos defendido vuestras reclamaciones antes de que saliesen a la luz y todos se apuntasen. Llevamos defendiendo esa
equiparación de los cuerpos de seguridad del Estado en todos los debates presupuestarios del Congreso. Cuando vuestra iniciativa legislativa popular llegue allí habrá que verla, pero desde luego lo que te puedo asegurar es nuestro compromiso para su tramitación y debate, eso seguro».
El orador, por supuesto, era Sánchez. Y sí, han acertado: estaba mintiendo al policía. Ayer, PSOE y Podemos vetaron en el Congreso el debate de la iniciativa popular con medio millón de firmas para que guardias civiles y policías nacionales cobren lo mismo que mossos y ertzainas (que en los casos más sangrantes perciben hasta un 30% más). El Gobierno alegó que las delicadas arcas públicas no permiten ahora mismo el gasto extra de 1.900 millones que exige la igualación. Un argumento válido… de no venir de un Ejecutivo manirroto que, por ejemplo, está ofertando a Torra prebendas que duplican ese importe.
Miles de policías y guardias civiles se manifestaron ayer muy enojados ante el Congreso, quejándose de que el PSOE los había traicionado. Repartían billetes con la efigie de Torra y explicaban con meridiana claridad lo que está pasando, pues no es menester ser un sagaz politólogo para verlo: «Mientras nos niega ese dinero, riega de millones a Cataluña y el País Vasco por la presión de los partidos que necesita para mantenerse en La Moncloa».
Así es. La idea de España como un país de personas libres e iguales, tan honorable y constructiva, ha sido traicionada por su Gobierno. Ya no somos iguales. Hay ciudadanos de primera -catalanes y vascos- y luego venimos los demás. Si un político gallego hubiese declarado una República desde el Parlamento de Santiago y le hubiesen caído 13 años, no pisaría la calle antes de cuatro, entre otras cosas porque la Xunta no ostenta la competencia de las cárceles. Pero si el preso es catalán goza de privilegio y sale de paseo solo cuatro meses después de ser condenado, caso de Junqueras y compañía, porque quien manda allí en las prisiones es tan sedicioso como ellos (o más). No somos iguales, toda vez que el modelo territorial de España, que nos marcará a todos, lo están decidiendo en una mesa el Gobierno y los separatistas catalanes (que no Cataluña, pues quienes abogan por seguir siendo españoles han sido excluidos). No somos iguales, pues algunos son agasajados con primas económicas precisamente por ser desleales.
Están creando la España de los VIP y los parias. Y eso no hay país que lo aguante…