Una estocada muy política

El verdadero debate a favor o en contra de la tauromaquia es de carácter ético. Pero tal y como se ha desarrollado en Barcelona, es puramente político. A pesar de las garantías dadas a Madrid por unos y otros antes de la votación, se trataba de desmarcarse de Castilla, de Andalucía y del resto de España para reafirmar la identidad catalana.

¿Será un ejemplo de “voto contra la barbarie”? Nadie cuestionará que el espectáculo taurino español, también muy popular en el sur de Francia, exhibe la crueldad en estado puro. A pesar de sus ritos, sus luces y la fascinación que ejerce entre los aficionados.

No obstante, si sólo se trata del bienestar animal, los diputados catalanes podrían haber ido más lejos prohibiendo a continuación los tradicionales “correbous”. Curiosas fiestas populares donde el toro enloquecido, símbolo ancestral de oscuras fuerzas, es entregado a las cargas del pueblo embravecido. Y siempre en nombre del bienestar animal, ¿por qué no interrogarse sobre la ganadería intensiva, sobre las matanzas industriales?

El verdadero debate a favor o en contra de la tauromaquia es de carácter ético. Pero tal y como se ha desarrollado en Barcelona, es puramente político. A pesar de las garantías dadas a Madrid por unos y otros antes de la votación, se trataba de desmarcarse de Castilla, de Andalucía y del resto de España para reafirmar la identidad catalana. El fervor en torno al Copa del Mundo de fútbol, con España en la final, estuvo a punto de hacer olvidar la gigantesca manifestación de Barcelona: el pasado10 de julio, el Tribunal Constitucional de Madrid rechazaba las nuevas exigencias de Cataluña de más prerrogativas como el reconocimiento de una nación catalana. No es nada sorprendente en estas condiciones que la votación anti-corrida haya sido ganada gracias a las voces de los autonomistas después de una solicitud popular… que habían apoyado ampliamente.

La tauromaquia sólo es un pretexto. Estado federal con verdaderas “comunidades autónomas”, España se enfrenta a fuerzas centrífugas, y no solamente en el País Vasco o en Cataluña. La crisis económica azota este movimientos que, con la excepción de la ETA terrorista, se manifiestan en toda democracia vigilando su lenguaje políticamente correcto: no se cuestiona que los menos pobres tengan que pagar más que los más pobres. Es preferible poner por delante las diferencias “culturales” presentándolas como fosos infranqueables. Por ejemplo la pelea lingüística entre los flamencos y los valones o incluso esas “justificaciones” que rozan lo ridículo: en Italia, la Liga del Norte no duda para exhibir sus raíces tanto en el reino lombardo del siglo VIII como en el avasallamiento de los celtas por los romanos (¡!).

El regionalismo, y llegado el caso, la autonomía, constituye un progreso democrático real en la medida en que acerca el poder del ciudadano. Con la condición de no poner una provincia contra otra. Y sobre todo no insistiendo en las “diferencias”.

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Jean – Claude Kiefer, Dernières Nouvelles d’Alsace (DNA), 29/7/2010