Una estrategia con riesgos

ALBERTO AYALA, EL CORREO 22/09/13

· El PNV no tiene prisa con el nuevo estatus. Ha abierto el debate para controlar a EH Bildu. Un juego con peligros.

El Parlamento vasco acogió el jueves el primer pleno de política general de la legislatura. La sesión llegaba marcada por el pacto económico y fiscal que PNV y PSE habían rubricado tres días antes. Un acuerdo de mínimos, surgido de las necesidades de los firmantes, sí, pero con un potencial muy superior.

El compromiso –que sólo se ha topado con las objeciones del sector renovador del socialismo alavés, que lo considera poco exigente con el PNV– puede significar el primer paso en la recomposición de relaciones entre ambas formaciones tras quince años de enfrentamientos. Una sima que se empezó a abrir cuando los jeltzales apostaron por la acumulación de fuerzas soberanistas y la exclusión del adversario. Es decir por Lizarra y el ‘plan Ibarretxe’.

Pese a que el acuerdo dará previsiblemente un giro de ciento ochenta grados a una legislatura que discurría al ralentí por la minoría parlamentaria del PNV, no se convirtió en el epicentro del pleno. Lo fue la apertura formal del debate sobre ese nuevo estatus político que Urkullu aspira a consensuar con al menos un partido no nacionalista –todas las miradas se dirigen hacia los socialistas–, para que en 2015 pueda someterse a referéndum.

Ganar tiempo

La próxima constitución en el Parlamento vasco del grupo de trabajo (ponencia) en el que los partidos explorarán las posibilidades de acuerdo –sin un documento base del Gobierno, como sería lo normal– no altera la hoja de ruta del PNV para el cuatrienio. Las prioridades siguen siendo la economía y el empleo. Dejar atrás la crisis lo antes posible y sin los profundos tijeretazos a pilares del Estado del Bienestar que sí vienen dando el PP y CiU allá donde gobiernan. También conseguir de una vez avances que ayuden a consolidar la paz.

Sabin Etxea quiere ganar tiempo. Quiere esperar a ver cómo termina el órdago soberanista catalán. Comprobar si CiU y Artur Mas logran salir con bien –lo que no parece sencillo– de la tela de araña de ERC en la que han caído, que amenaza con dejar en manos de los republicanos de Junqueras el liderazgo del nacionalismo catalán. Justo lo que el PNV quiere evitar a toda costa que le ocurra con EH Bildu.

Necesita además tiempo hasta que se desvele el desenlace del referéndum secesionista de Escocia, convocado para 2014 previa aceptación del Gobierno británico. Y tiempo también para comprobar cómo queda el mapa político español tras las próximas elecciones generales. Si Rajoy sigue en La Moncloa o le sustituye un socialista. En cualquier caso, y salvo sorpresa mayúscula, ya sin mayoría absoluta, lo que podría elevar considerablemente el valor de los votos del PNV en Madrid y propiciar que el próximo Ejecutivo se muestre más comprensivo hacia las demandas jeltzales.

Entonces, ¿por qué abrir el melón? Básicamente para evitar que sea la izquierda abertzale quien tome la delantera y empiece a poner en dificultades a los jeltzales ante el segmento del electorado más abertzale. Esto es, para que no se repita lo que le ha pasado a CiU en Cataluña con ERC.

El juego, es evidente, entraña sus riesgos. Una cosa son los tempos que quieran marcar Urkullu y su partido. Otra bien distinta que la dinámica política e, incluso, la periodística vayan a permitírselo.

Sólo una curiosidad. El lehendakari abrió el debate el jueves, aunque sin destapar su juego. Apenas veinticuatro horas después se sentó ante los micrófonos de la emisora pública vasca en euskera. Urkullu habló de muchas cosas, pero quiso poner el énfasis en su perfil más nacionalista y reivindicó a Euskadi como nación. Fue el titular, claro.

Pase foral actualizado

Aun así, todo apunta que aún habrá que esperar un tiempo hasta que Urkullu y/o Ortuzar detallen en qué se concreta esa bilateralidad que reivindican como clave para el nuevo tiempo. Si de lo que se trata es, por ejemplo, de que Madrid renuncie a imponer a Euskadi leyes de bases en asuntos que se hayan transferido si no es con su visto bueno previo. Algo así como reconocer al País Vasco el derecho a una especie de pase foral actualizado.

Para lo inmediato queda por saber qué requiebros se ve obligado a hacer el PP –y habrá que ver si también el PSE– para intentar engancharse al acuerdo PNV-PSE. Un compromiso que sólo prosperará en las Juntas Generales de Álava y Gipuzkoa si los populares se abstienen, dada la nula voluntad de entendimiento mostrada por la izquierda abertzale.

También resta certificar si el otoño trae o no los movimientos en ETA y la izquierda abertzale avanzados en verano por líderes de la antigua Batasuna. Sin ellos, la ponencia y el plan de paz de Urkullu parecen condenados a quedarse una larga temporada en el congelador.

ALBERTO AYALA, EL CORREO 22/09/13