KEPA AULESTIA-EL CORREO

Las elecciones locales y forales de mayo de 2023 no van a modificar el panorama político en Euskadi. Los pronósticos del Sociómetro del Gobierno vasco dibujan prácticamente el mismo cuadro de las dos últimas convocatorias, 2015 y 2019, asegurando la continuidad de la alianza entre el PNV y el PSE. Aunque la propuesta de EH Bildu por un ‘pacto de bienestar’ haya introducido en los últimos días un factor nuevo. La priorización de la agenda social por parte de la izquierda abertzale, frente a su insistencia anterior en emplazar a Urkullu y Ortuzar a dar pasos significativos en la vía soberanista. Un viraje consecuente con su apuesta por la gobernabilidad de España apoyando al Gobierno de Pedro Sánchez, que completaría el blanqueo de los herederos de ETA pero no conmueve por ahora al resto de los grupos vascos.

El Sociómetro pronostica una alta abstención, del 45%, muy por encima de la de los comicios de 2007, cuando la izquierda abertzale se encontraba legalmente fuera de juego. Un dato preocupante tras la baja participación en las autonómicas de julio de 2020, en las que en medio de la pandemia Urkullu se revalidó con un 49% de inasistencia electoral. La concurrencia a las urnas ha aumentado en Euskadi cuando se suponía que el país se jugaba algo importante, el resultado no parecía claro y se asistía a una confrontación de todos contra todos. Pongamos autonómicas de 2001. El mito de una Euskadi movilizada, politizada y siempre activa decae cuando aflora su naturaleza conservadora.

La política vasca carece de una oposición alternativa. Si acaso se libran escaramuzas cuyo objetivo es mantener cada cual su situación de partida. Adquiere especial relevancia la presunción de que somos españoles de primera. Pero aunque el PNV sea el principal promotor y beneficiario del conformismo patrio, la abstención le afecta como a los demás, por razones específicas. El ‘voto a ganador’ le premia. Pero eso mismo desmoviliza a los menos entusiastas. Con la salvedad de Gipuzkoa, donde el PNV de Egibar contará con ese voto de último momento que reacciona ante la eventualidad de que EH Bildu vuelva a hacerse con la Diputación y la Alcaldía de Donostia, como entre 2011 y 2015.

El virtual ganador de las locales y forales de 2023, el PNV, no tiene más remedio que medirse consigo mismo. Nada le resultaría más doloroso que perder algunos votos, junteros y concejales frente a una oposición inexistente. Lo que incrementa la severidad en el juicio sobre las decisiones adoptadas en cada territorio y en cada localidad. No habrá perdón para quien flaquee con todo a favor. Aunque la sentencia se dicte entre rumores, los señalados se sacudan responsabilidades, y sus consecuencias se pospongan un año o más.