EDURNE URIARTE, ABC 15/01/13
Lo peor de la fantasía socialista es que no sólo agudiza el problema nacionalista, sino que, además, estimula las reformas secesionistas.
Mejor dicho, una repetida fantasía política que sigue funcionando, a pesar de su evidente desconexión con la realidad, a pesar de su debilidad argumental. Por constituir una de esas creaciones populistas tan del agrado de los ciudadanos más acomodaticios. Me refiero a la existencia de una supuesta vía socialista intermedia entre el Estado de las Autonomías defendido por la derecha y la ruptura planteada por los nacionalistas que nos arreglaría el problema de la secesión catalana. Aquello de la reforma «federal» de la Constitución defendida por Rubalcaba el sábado rizando el rizo del absurdo cuando añadió que «siempre y cuando la igualdad entre españoles se cumpla a rajatabla; singularidades, sí, privilegios, no».
Que es algo así como prometer una reforma «socialdemócrata» de un Estado del Bienestar que ya lo es a unos partidos que exijan y anuncien la revolución comunista y añadir, además, que siempre y cuando la libertad de mercado de los españoles se cumpla a rajatabla. Y es que hacer una reforma federal de un Estado autonómico como el nuestro que ya lo es por su poder repartido entre las instituciones centrales y las autonomías tiene mérito imaginativo. Pero presumir de reformas supuestamente basadas en la igualdad de los españoles para nacionalistas que exigen precisamente la diferencia llega a rozar el cachondeo. Lo malo es que funciona a la manera de todos los populismos, tranquilizando a tantos ciudadanos deseosos de escuchar supuestas soluciones indoloras a los problemas por muy disparatadas o inviables que sean tales soluciones.
Lo peor de la fantasía socialista es que no sólo agudiza el problema en la medida en que legitima las exigencias nacionalistas sino que, además, estimula las reformas en la línea reivindicada por los secesionistas. Y lo hace de dos maneras. Primero, culpando de «inmovilismo» a los defensores del Estado de las Autonomías, lo que el PSOE califica como «inmovilismo de la derecha», y situando de esta manera la defensa de la legalidad y la Constitución en una posición extremista, comparable a la de los secesionistas. Y, segundo, ofreciendo nuevas reformas para apaciguar a los independentistas lo que, obviamente, dirige los cambios en el sentido deseado por ellos y no en el deseado por la mayoría que acepta la legalidad. Lo de siempre, es cierto, pero de una significación especial cuando el nacionalismo catalán acaba de anunciar su plan para la ruptura del Estado.
Es cierto que ha habido un avance significativo en el PSOE estos últimos días cuando Rubalcaba y otros dirigentes se han decidido por fin a clarificar su oposición al llamado «derecho a decidir», es decir, a la ruptura de la soberanía nacional. Dado que el «derecho a decidir» es la trampa dialéctica más peligrosa del secesionismo, es una excelente noticia que el progresismo se haya decidido a rechazarlo, sobre todo cuando el PSC insiste en su apoyo. Pero los socialistas siguen enquistados en su eterno problema. En esa tendencia al acercamiento a los nacionalistas y a la demonización de posiciones como la defensa del Estado autonómico por miedo a la coincidencia con la derecha. Aunque crean en lo mismo que esa derecha. Al menos la mayoría de los socialistas.
EDURNE URIARTE, ABC 15/01/13