JAVIER OLAVERRI ZAZPE-El Correo

Abogado y fundador y exdirigente de Euskadiko Ezkerra

Cuando en 1977 Euskadiko Ezkerra se presentó ante la sociedad vasca, apostó decididamente por integrar tanto a sectores procedentes de la izquierda nacionalista como de la izquierda de origen y obediencia estatal, algo tabú para la época. También era radical su defensa de que era vasco cualquier persona que viviera y trabajara en Euskadi, idea que rompía con el pasado nacionalista, pues incluso Herri Batasuna (hoy Sortu) proponía hacer un examen de vasquidad a los inmigrantes como condición para acceder a la futura ciudadanía en una Euskadi independiente.

Esa EE tuvo que enfrentarse a una mentalidad militarista muy extendida entre el nacionalismo radical y afirmó la supremacía de la política sobre los ‘milis’, jugando un papel clave en la disolución de ETA (p.m). Lamentablemente la fascinación por el señuelo ‘militar’ impidió que su mensaje penetrara en ese submundo.

Sin ligaduras con grupos políticos tradicionales, desarrolló un modelo interno de funcionamiento muy liberal, sobre todo bajo los mandatos de Mario Onaindia y Juan Mari Bandrés, lo que le permitió abordar con naturalidad y compromiso, sin la pretensión tan habitual de instrumentarlas, áreas de actuación que entonces eran novedosas en los partidos de izquierda, tales como el ecologismo, la defensa de los homosexuales, el feminismo o el pacifismo.

EE se hizo un hueco de aproximadamente el 10% del electorado, cifra que hoy sería suficiente para dar cierto juego político, pero que en aquellos años resultaba insuficiente, pues la ausencia de HB en el Parlamento vasco supuso regalarle al PNV una mayoría absoluta y cuasi-perenne que no tenía ni se merecía.

Como en política todo lo que no avanza tiende a retroceder, en 1987 se produjo la inflexión. Con el PNV escindido, las elecciones dieron la victoria al PSE-PSOE y un buen resultado a EE y a EA. Había una mayoría parlamentaria suficiente para crear un Gobierno tripartito que prescindiera del PNV, pero el PSE, heredero de una pésima tradición histórica de sumisión intelectual al PNV, optó por aliarse con este partido y nombrar lehendakari a Ardanza. Es decir, le regaló al PNV lo que había perdido en las urnas y condenó a una nueva y larga travesía por el desierto a las fuerzas minoritarias como EE.

Esa travesía minó a la militancia de EE, e introdujo las tensiones internas típicas previas a las escisiones, hasta que Mario Onaindia propuso lo que le parecía la salida más lógica: fusionarse con el PSE y crear una fuerza socialista con personalidad vasquista que tuviera posibilidades reales de gobernar, al estilo de lo que ocurría en Cataluña.

El proyecto no fue recibido con entusiasmo ni por los militantes de EE ni por los del PSE, aunque estos últimos lo aceptaron porque les beneficiaba electoralmente. Según mi impresión, aproximadamente 1/3 de los militantes de EE pasaron a formar parte del nuevo partido PSE-EE y el resto nos fuimos a casa o a militar en otros partidos.

Ese escaso caudal humano aportado por EE y la poca receptividad a las nuevas ideas que tuvo el PSE, unido a la menor democracia interna y a la tolerancia con la corrupción del anfitrión, redujo aún más ese aporte humano de EE. Ya Juan Mari Bandrés dejó el nuevo partido al año de la fusión y con el fallecimiento prematuro de Mario Onandia los militantes provenientes de EE se quedaron sin líder reconocido, por lo que no es de extrañar que los resultados de la fusión hayan quedado muy lejos de las expectativas, aunque por lo menos en el año 2009, el PSE-EE asumió el Gobierno vasco en minoría, dejando atrás sus miedos al PNV.

Siempre queda la duda de si hoy tendría sentido un partido similar al primitivo EE. La verdad es que ahora sigue habiendo un enorme déficit político en la forma de abordar los problemas identitarios vascos, con los partidos obsesionados en encuadrarlos en un esquema binario España-Euskadi, cuando lo cierto es que desde hace 30 años el escenario político es tridimensional, pues estamos en Europa, por lo que cualquier propuesta para imaginar las futuras instituciones vascas se debe contemplar a partir del triángulo Europa-España-Euskadi. Eso excluye, para mí y para muchos más, cualquier dialéctica de independencia simplista. Quiero pensar que aquella EE habría sabido modelar un partido de izquierdas y vasquista sin complejos y estaría en óptimas condiciones para abordar esa cuestión.

También esa hipotética EE estaría en condiciones de revisar en profundidad la tradicional división izquierda-derecha, dados los profundos cambios experimentados por la sociedad. Los viejos partidos socialistas se adaptan mal a los cambios necesarios y, como se ha demostrado en Francia e Italia, pueden incluso desaparecer. Partidos con democracia interna y mente abierta como la primitiva EE tendrían hoy un gran futuro y creo que podrían conectar con los nuevos movimientos.

Como además hoy no hay que seguir lidiando con el mito militarista que tanto daño ha hecho a la izquierda nacionalista, pues la historia se ha encargado de liquidar esa pesadilla, creo que esa hipotética EE estaría en condiciones de seguir esgrimiendo su optimista eslogan: Aukera Ederra, Euskadiko Ezkerra!