EL MUNDO 14/05/13
MANUEL JABOIS
Una de las mayores curiosidades que tuve tras la llegada de Bildu al poder en muchos ayuntamientos fue la relacionada con la gestión de la basura. Había allí unas enormes connotaciones poéticas y un hilo fascinante que atravesaba limpiamente la administración local hasta depositarse en las teorías de Freud. Por supuesto, las expectativas se quedaron cortas: no hay bando que se resista al subconsciente. Tal es así que en el apogeo de esta batalla de residuos con sus gobiernos municipales, muchos ciudadanos han optado por expresarse en los balcones, como se suele, pero no para colgar allí ningún retrato sino bolsas de basura. De este modo tenemos en algunos ayuntamientos gobernados por abertzales los balcones decorados como antaño pero sin el barroquismo con que se aderezan en las manifestaciones: ahora ya se enseña el alma. No crean que no tiene nada que ver y que esto deba trasladarse a una cuestión puramente sentimental.
«Bildu trata de mejorar el reciclaje para reducir las emisiones»
Hay pueblos en los que los adeptos de Bildu han echado mano de la tradición: pintadas en las calles, carteles y, naturalmente, notas y amenazas a personas concretas que combaten el puerta a puerta que se ha instaurado en la recogida de basuras; lo que comúnmente se conoce quedar para los restos. Ahora que artistas y guardias civiles realizan justas performances por las víctimas, nada mejor en España que pararse un minuto y contemplar a los abertzales utilizando sus viejos métodos intimidatorios para defender su particular concepción de la basura. La medida de Bildu, con la que estoy de acuerdo, trata de mejorar los resultados del reciclaje para reducir las emisiones a la capa de ozono, que en los últimos 40 años han sido ignominiosas. A la vista del conflicto provocado y de las horas que está exigiendo la gestión, se deduce que el reciclaje ha comenzado de arriba abajo, y con enorme éxito.