VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 28/09/14
· Nunca en la historia de esta democracia un dirigente político había llevado hasta ese límite su desafío al Estado. Antes de hoy, otros líderes catalanes sí lo habían hecho pero, entonces, los métodos para responder a una rebelión de este tipo eran usados con más liberalidad y rotunda eficacia que ahora.
Ahora esta España nuestra no dispone de las mismas armas de antaño para frenar un asalto como el que vimos ayer a nuestras leyes y a nuestra Constitución. Artur Mas sabe, como lo saben perfectamente todos los presentes en ese salón de la Mare de Deu de Montserrat donde ha firmado el decreto de consulta, que ese referéndum viola la ley y que no se puede celebrar. Es el suyo un acto consciente de falsificación de la realidad que ha perpetrado con la solemnidad de quien da un paso histórico cuando lo único que ha hecho, y lo sabe, es dar un paso hacia el vacío. Pero él, en su discurso posterior, ha disfrazado concienzudamente todo esto con el ropaje engañoso del supuestamente legítimo deseo de los catalanes de votar para decidir su futuro.
Él está engañando a cientos de miles de catalanes que no tienen presentes esas cuestiones relativas al imprescindible cumplimiento de la ley como base irrenunciable de un sistema democrático. Y no le ha importado llevar a esa gente hasta el muro de lo imposible. La irresponsabilidad que ha consumado le hace reo de una pena que no cabe en el Código Penal porque el suyo es un inmenso delito moral de alcance histórico. Con su acto de ayer, sabiendo que está oficiando en el centro de una ficción cuyos secretos conoce, ha asestado un golpe terrible no sólo a los catalanes, sino a todos los españoles. Ha firmado la ruptura sentimental entre unos y otros, y ha expulsado al rincón de la sociedad a miles de catalanes silenciosos que asisten horrorizados a esta deriva. Y ese desafecto durará generaciones. Pero a Artur Mas no le ha importado propiciar ese desastre, cuyo desenlace estaba más que previsto por todos porque se sabía inexorable.
La historia de la apuesta insensata de los dirigentes de CiU no ha terminado todavía aunque está próxima a acabar. Han mantenido la ficción hasta un punto más allá del cual sólo hay dos opciones: o una renuncia rotunda a sus intenciones, cosa que si finalmente Mas hace, será siempre lanzando a la población catalana contra el Gobierno de España; o una desobediencia frontal, que tendría que ser inevitablemente respondida con la coacción y la fuerza legítima del Estado. Pero si el señor Mas se acaba bajando de ese tren cuando el TC le indique lo que ya sabía desde mucho antes de iniciar esta maligna aventura, tendremos que enfrentarnos en cualquier caso a las consecuencias de la gigantesca herida que él, junto con su mentor, Pujol, han querido abrir en el cuerpo social para escapar al reconocimiento de sus desmanes.
Si no fuera porque no se puede hacer, merecerían que la independencia se les impusiera por decreto. Así tendrían que enfrentarse a la verdad de lo que tan hipócritamente propugnan.
VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 28/09/14