EL CONFIDENCIAL 20/05/14
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
No levantan el brazo al modo fascista o nacionalsocialista; tampoco como se hacía en España durante los años del franquismo en la Plaza de Oriente (así llamada) a convocatoria del Caudillo, pero hay británicos –y no son pocos– con un know-how totalitario que ya quisieran para sí colegas del continente. Se trata de los muchos ciudadanos de la gran isla que se agrupan en torno al UKIP (Partido para la Independencia del Reino Unido). Son unos angelitos políticos. Y su líder, Nigel Farage, un troglodita que viste muy british con trajes y chaquetas de tweed, es simpaticón y llano. Bebe pintas de cerveza en comandita con las buenas gentes rubias y de piel sonrosada de aquellos lares. No parece lo que es, pero es de una calaña nada exportable.
UKIP dispone en las encuestas de las mejores perspectivas. Nada menos que un 30% de los votos le otorga el liderazgo en los comicios europeos, de tal manera que el partido tory se encuentra bajo mínimos. El suflé bajará el 25-M, pero el partido ultra ya ha inoculado el machismo, la homofobia, el antieuropeísmo y una xenofobia que encuentra en los musulmanes un filón especializado para el odio y la aversión. UKIP se distingue, no obstante, del Frente Nacional de Marine Le Pen: dice no ser antisemita y, por lo tanto, no formará parte del grupo parlamentario en el Parlamento europeo con esos franceses tan irritados.
Mucho cuidado con estos de la una, grande y libre UK de su Graciosa Majestad. Su aspiración consiste en un Reino Unido de la Gran Bretaña aislacionista y su objetivo último es que el primer ministro de turno llegue a convocar un referéndum en todos los territorios del Reino para salir de la Unión EuropeaLos británicos han tenido siempre la rara habilidad de piratear y parecer conquistadores; esclavizar a las colonias y aparentar comportarse como libertadores y percibirse europeos siéndolo sólo del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Ahora la UKIP parece civilizada y modosa, pero no lo es: resulta la cristalización de la extrema derecha británica.
Allí son muy benévolos con los de UKIP y hasta les ríen las gracias y les perdonan casi todo. La prensa popular –de amarillo vomitado–, que es propiedad en buena cuota del australiano republicano-monárquico Rupert Murdoch, los alimenta con devoción con una mano y, con la otra, según con qué diario, sostiene las convenciones del permanente sorry inglés. Los ultras británicos son los peores ultras porque no aparentan lo que en realidad sienten: aversión vecinal. Para ellos el continente siempre está aislado cuando no hay visibilidad en las costas blancas y arriscadas de Dover.
Mucho cuidado con estos de la una, grande y libre UK de su Graciosa Majestad. Su aspiración consiste en un Reino Unido de la Gran Bretaña aislacionista y su objetivo último es que el primer ministro de turno llegue a convocar un referéndum en todos los territorios del Reino para salir de la Unión Europea. Juegan a medio plazo y el domingo intentarán, con las mejores perspectivas en las encuestas, avanzar en el desgajamiento británico de la UE. Y en ese afán, encuentran muchas comprensiones y demasiados parabienes. Si en Londres Nigel Farage logra lo que dicen los sondeos y hace lo propio Le Pen en París, el sueño europeo podría convertirse en una suerte de pesadilla. Porque a estos personajes habría que añadir sus correlativos en Finlandia, Holanda, Italia, Grecia, Hungría… y así hasta un porcentaje considerable de los 751 europarlamentarios a elegir en pocos días. Preocupante.