SERGI DORIA / Escritor y Doctor en periodismo, ABC 13/12/13
· Escuchar los argumentos del simposio «España contra Cataluña» que se clausura mañana resulta tan reiterativo como la insistencia de su director, Jaume Sobrequés, en destacar su carácter «académico y científico».
La duración de las ponencias –nunca más de media hora– no contribuye precisamente a aportar matices que mitiguen el «parti pris» de la mayoría de discursos. Ayer, el catedrático de Economía Gaspar Feliu se cargaba la teoría de Jaume Vicens Vives sobre las ventajas que el Decreto de Nueva Planta supuso para el desarrollo económico de Cataluña en la segunda mitad del siglo XVIII: según él, la pujanza catalana ya se había iniciado a finales del XVII; a renglón seguido, Lluís Duran i Solà –historiador del Centro de Historia Contemporánea que dirige Sobrequés– comparaba a Ortega y Gasset con José Antonio al tiempo que descalificaba la teoría de la conllevancia del filósofo: ejemplo, a su parecer, de un españolismo republicano que pretendía abortar el reconocimiento de los derechos históricos de Cataluña. Tras asociar repetidamente españolismo,lerrouxismo y violencia militar, Duran aludía al directorio de Primo de Rivera, sin mencionar el apoyo que el dictador recibió de la burguesía catalana, con un entusiástico Puig i Cadafalch a la cabeza, aunque sí mencionó los apellidos de algunos «fieles servidores» del españolismo como Alfonso Sala, el Valls Taberner de «La falsa ruta» o el conde de Godó.
Después de comprobar que el programa del simposio ha experimentado variaciones desde su primera edición –la desaparición del polémico apartado sobre la inmigración como factor «desnacionalizador»– se echa en falta una ponencia «de agravios deportivos» (habida cuenta de que Sobrequés es un asiduo de la añeja tertulia de «La Barbería»): por ejemplo, las supuestas ayudas que los árbitros dispensaron al Real Madrid en los catorce años que el Barça pasó sin ganar una Liga. No olvidemos –aunque en este simposio la memoria es muy selectiva– que Jaume Sobrequés perteneció a la junta del constructor José Luis Núñez, siempre reticente a que el nacionalismo convergente se infiltrara en la directiva barcelonista. Cuando se atacaba al presidente, Sobrequés se lanzaba sobre el agresor como un doberman al grito de «Aixó és una conspiració!» («¡Esto es una conspiración!»).
Siempre bien acomodado en los años hegemónicos del PSC, el historiador pasó a ocupar en 2000 la dirección del Museu d’Història de Catalunya, parque temático más cercano a las «rondalles» de Folch i Torres que al rigor de George Duby, en el que permaneció ocho años. La presidencia de la Universitat Catalana d’Estiu, otro santuario del independentismo, preludió su fuga del socialismo al soberanismo convergente. Desde 2012 dirige el Centre d’Història Contemporania de Catalunya que había fundado Josep Benet; convertido en apóstol de la secesión va acuñando frases tan «científicas» como «Con España no hay nada que hacer».
En las ponencias que va desgranando el simposio «España contra Cataluña» los malos de la película siempre hablan en un castellano de marcado tonillo militar. Hoy viernes 13, parece ser una fecha adecuada para proseguir con esta película de terror en la que el «ogro español» acosa sin tregua a la siempre indefensa Cataluña: se hablará de represión cultural, falsificación de la Historia, españolización del mundo educativo (el ministro Wert es uno de los villanos predilectos de los ponentes con su famosa intervención en pro de españolizar a los niños catalanes)
Echamos en falta a Josep Tarradellas: «En política se puede hacer de todo menos el ridículo»; Agustí Calvet, Gaziel: «Plantear el problema de Cataluña en un plano exclusivo de nacionalismo, como una lucha de dos nacionalidades del mismo grado, una opresora y otra oprimida, es meterse en un callejón sin salida»; Amadeu Hurtado poco antes de octubre del 34: «Por mucho tiempo los temas de nuestras luchas serán ‘casolans’, alejados de las grandes corrientes espirituales que conmueven al mundo, los problemas universales llegarán aquí por reflejo, a través de nuestras preocupaciones localistas, las únicas que se avienen a nuestra capacidad de emoción…»
Desgraciadamente, ni Gaziel, ni Tarradellas, ni Vicens Vives, ni Hurtado, figuran entre los intereses de un Sobrequés con abono permanente a la teoría de la conspiración. Como cuando atacaban a Núñez y él lo defendía de los convergentes que ahora financian su simposio. Salimos. En el claustro gótico, el sol hace reverberar los azulejos polícromos: un poco de color ante la Historia del blanco y negro.
SERGI DORIA / Escritor y Doctor en periodismo, ABC 13/12/13