Una huelga política

EL MUNDO 30/12/12
SALVADOR SOSTRES

Pocas huelgas ha habido tan políticas, y tan cínicas, como la de los médicos de Madrid. Que exista un servicio médico universal no implica que la red de hospitales tenga que ser pública ni los médicos funcionarios. Los médicos de Madrid no han dejado de trabajar para defender la sanidad pública, que no está en peligro en su comunidad, sino por lo que al fin y al cabo es una opinión sobre su gestión.
Y por una opinión, política y politiquera, han perjudicado de un modo inusual y cruel los derechos y las necesidades de aquellos a los que dicen defender. Resulta especialmente escandaloso el empecinamiento de estos médicos en la gestión de lo público cuando la mayoría de ellos son los primeros que por las tardes atienden en sus consultas privadas.
¿Es que nos están diciendo que en sus consultas privadas prestan un servicio deficiente del que no nos podemos fiar? No se puede estar contra la medicina privada por las mañanas y enriquecerse con ella por las tardes. No se puede engañar a la gente de este modo tan clamoroso. Los médicos de Madrid que han participado en estas esperpénticas huelgas tendrían que disculparse ante las personas a las que clarísimamente han angustiado, y aprender a defender sus opiniones sin perjudicar a los demás.
La cobertura sanitaria universal no está amenazada en la Comunidad de Madrid. Precisamente para proteger esta universalidad se acude a la gestión justo en el momento en el que la administración pública había llegado a su colapso y no estaba ya en condiciones de garantizar nada. El dinero de los demás siempre se acaba y las personas somos mejores que el Estado, gestionamos mejor que el Estado, y no hay nada como la propiedad privada para asegurar la estabilidad, la paz, el máximo rendimiento y la máxima capacidad.
Hay que devolverle al individuo el protagonismo de su vida. Que luego el Estado, a través de la concertación, intervenga en los casos justificados en que un individuo concreto no pueda ejercer su imprescindible protagonismo, asegura que ningún ciudadano honrado se quede al margen de los cuidados médicos que precise.
Quedará para la Historia esta huelga egoísta y mezquina de unos médicos que prefirieron su pataleta política contra lo inevitable a cumplir con su deber de atender a los enfermos. Cualquier antología del cinismo español se ocupará debidamente de estos grotescos personajes que para lesionar a un partido político determinado han tenido la desfachatez de quejarse por las mañanas de lo que hacen por las tardes.
El presidente de la Comunidad, Ignacio González, ha hecho bien en aguantar tal como Margaret Thatcher aguantó contra los mineros. No por querer tener razón, sino porque la tiene, y porque los madrileños, y los españoles, tienen que empezar a tomar conciencia de que su vida depende de ellos, y de que el Estado no es que no quiera sino que materialmente no puede sustituirles en su toma de decisiones y en la asunción de las consecuencias que de ellas se deriven. Los ciudadanos tienen que emanciparse del Estado si realmente quieren ser prósperos y libres.
A veces resulta duro tener que elegir entre lo fácil y lo correcto. Pero estos médicos han optado, estas últimas semanas, por lo fácil de un modo tan indigno que cuando se den cuenta de lo bajo que han caído vivirán para siempre más avergonzados. No olvidaremos ni uno sólo de estos días.