Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

El gobernador del Banco de España acostumbra a decir cosas muy sensatas. Quizás por eso sus posibilidades de mantenerse en el cargo tras el vencimiento del plazo para el que fue nombrado son casi tan escasas como las mías de sustituirle. Siempre y cuando Pedro Sánchez consiga formar Gobierno, claro. Ayer, sin ir más lejos, se le ocurrió la humorada de pedir «un fuerte consenso político para recortar el déficit y la deuda en 2024» y, ya de paso, «para impulsar el crecimiento del país y reducir el desempleo que, pese a caer drásticamente, sigue siendo el más alto de la UE».

Seguro que si les pregunta a los dirigentes políticos, todos ellos se mostrarán de acuerdo en los objetivos a alcanzar, pero a continuación diferirán enormemente en los caminos para alcanzarlos. Aquí no somos capaces de acordar prácticamente nada y cada día menos. Así que resulta una quimera eso de esperar que vayan a ponerse de acuerdo nada menos que en la elaboración de los presupuestos del año próximo. Una materia que se mantiene en secreto pero que forma parte, sin duda alguna, de las ignotas negociaciones en curso para formar gobierno.

En esto de los presupuestos en proceso de elaboración conocimos ayer una curiosidad. En el plan que envió a Bruselas este domingo, la ministra Montero ha eliminado todas las medidas fiscales dirigidas a paliar los efectos de la inflación en el bolsillo de los ciudadanos, con excepción de las ayudas al transporte público. Con esa decisión, trata de cuadrar las cuentas que deberán agradar a la Comisión Europea, que más tarde fiscalizará su cumplimiento. Bueno, pues creo que es un anuncio ‘preventivo’ pensado para evitar problemas en unas negociaciones que se adivinan extremadamente difíciles, dada la complejidad de los participantes en ellas, su absoluta falta de coherencia, la disparidad de sus intereses y de sus objetivos y la urgencia de los plazos disponibles.

Ahora se trata de cumplir con Bruselas, pero no abrigue la menor duda de que, llegado el momento de eliminar las ayudas, siempre aparecerá alguien de los que sostienen las patas del futuro gobierno que se opondrá a ello. No se olvide de que están formando un gobierno de ‘contento social’, extremadamente progresista -eso que no falte-, incompatible con cualquier atisbo de austeridad y alérgico al menor intento de ajuste del gasto. Al tiempo.

Por cierto, ¿no le sorprende la escasa relevancia y la pérdida de protagonismo en las últimas semanas de la vicepresidenta Calviño? ¿Qué pasa, está cansada y desanimada con tanto alboroto o ha cambiado el chip y solo piensa en los cargos europeos a los que aspira?