Si hay un magistrado del Constitucional que no puede presumir de independencia es Sala. Cada vez que hay algo importante en juego, los miembros de ese Tribunal se alinean políticamente. Ellos lo han desacreditado al convertirlo en una reproducción a pequeña escala de la relación de fuerzas en el Parlamento.
UNA IMAGEN puede valer más que mil palabras o mil argumentos. Es el caso de la fotografía que publicamos hoy en nuestra primera página en la que el etarra Andrés Errandonea posa con un cartel de Bildu a la salida de la cárcel de Herrera de la Mancha, donde ha cumplido 25 años. En el cartel se pueden ver unas manos que introducen unas papeletas en una urna, debajo de la cual figura la palabra ETA -aprovechando el doble sentido del término, que también significa «y» en euskara-, lo cual sólo puede ser interpretado como una petición de voto para la banda terrorista.
Ahí queda el testimonio de Errandonea para quienes dudan todavía de que Bildu es un proyecto de ETA para volver a las instituciones. Ello refuta directamente la tesis de los seis magistrados de la mayoría del Constitucional, basada en que la dependencia de Bildu de la banda era una mera hipótesis y que, por ello, no se podía impedir su concurso a las elecciones.
La imagen de Herrera no es producto de una casualidad o de un gesto espontáneo, ya que ETA es una organización jerarquizada en la que sus miembros no toman esas clase de iniciativas personales. El cartel que exhibió Errandonea era una manera de capitalizar la legalización de Bildu por parte de la banda y de poner en evidencia las contradicciones del Gobierno.
Cabe preguntarse si la publicación de esta imagen habría inducido al Constitucional a no legalizar las listas de la coalición. Pero de lo que no cabe discusión es de que la fotografía, al margen de su peso como indicio legal, tiene un extraordinario valor político en la medida que deja patente esa identificación de ETA con Bildu ante la opinión pública.
Podrá argumentarse que el Constitucional había manejado pruebas más contundentes, como el informe policial en el que Batasuna y EA concertaban el reparto de las listas, pero ninguna tiene la fuerza visual de esta fotografía. Por ello, el portavoz parlamentario del PSOE, asumiendo una función que le corresponde a Interior, aseguró ayer que los servicios jurídicos del Estado van a estudiar si hay delito en la foto de Errandonea, un simulacro que no tendrá ninguna consecuencia práctica, pero con el que los socialistas quieren tomar distancia de una legalización que puede pasarles factura electoral.
En este contexto resultan especialmente patéticas las declaraciones de ayer de Pascual Sala, presidente del Tribunal Constitucional, en las que señala que se le «pone la carne de gallina» cuando se cuestiona la «sagrada» independencia del órgano que preside. Conociendo su contrastada trayectoria de servicios al PSOE, empezando por el pascualazo que negaba los papeles del CESID a la Justicia y acabando por esta sentencia sobre Bildu, sus palabras suenan a puro cinismo. Si hay un magistrado del Constitucional que no puede presumir de independencia es Sala. Y menos cuando forma parte de un tribunal en el que, cada vez que hay algo importante en juego, sus miembros se alinean políticamente. ¿O es que resulta acaso una casualidad que los jueces voten siempre en función de los intereses de quien les ha promovido al cargo?
Son los propios magistrados los que han desacreditado el Constitucional al convertirlo en una reproducción a pequeña escala de la relación de fuerzas en el Parlamento. De suerte que la higiene democrática exige una urgente reforma de este tribunal, que ha acabado por convertirse en una caricatura de sí mismo.
Por último, la reacción de ayer de Josu Erkoreka, portavoz del PNV, corrobora el papel jugado por el Gobierno en la legalización de Bildu. Erkoreka dijo que su partido «suspende la suspensión» de sus relaciones con Zapatero y el PSOE, ya que está muy satisfecho por el fallo del Constitucional. Si el Ejecutivo no hubiera tenido nada que ver en la sentencia, sería absurdo e incomprensible el cambio de posición del PNV, pero no lo es porque, como dijo Iñigo Urkullu el pasado domingo, «hay cosas que no se pueden contar», o sea, las maniobras del Gobierno para lograr una sentencia favorable a Bildu.
Editorial en EL MUNDO, 11/5/2011