Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Contratar una propia por el derecho a roce, sin importar ninguna otra consideración, y hacerlo con dinero público, convierte al dinero en púbico y al roce en una descripción del puesto de trabajo

No daban la sensación de estar incómodas con ellos. Por el contrario, las mujeres jóvenes que conformaban la corte podemita lucían miradas orgullosas de pertenencia. Jóvenes, insisto, que el edadismo es una de las discriminaciones menos comentadas, y algo significará. Luego está lo de las presentadoras de la Sexta, que desafían el cálculo de probabilidades. ¿No habrá un sesgo promaciza? Cuando se reivindican los procesos de selección sin fotografía previa se está pensando en Atresmedia, cuyo brazo de extrema izquierda (a lo mejor es una cabeza y tiene siete) estará aplicando los antiguos criterios de las compañías aéreas con las azafatas.

El atractivo físico es una ventaja lo mires como lo mires. Pero no exime de rigor intelectual, dedicación al trabajo y calidad del mismo. Todas estas vertientes las deberá cubrir y demostrar el trabajador masculino o femenino. Si lo hace, su deseabilidad es miel sobre hojuelas. Nuestra izquierda ha reeditado con Ábalos la contratación exclusivamente por sexo. No por el sexo del candidato. No: el sexo en el sentido penetrante. Contratar una propia por el derecho a roce, sin importar ninguna otra consideración, y hacerlo con dinero público, convierte al dinero en púbico y al roce en una descripción del puesto de trabajo. Opinará la masa errada que este escándalo tiene que ver con la prostitución. Para nada. Como escándalo, tiene que ver con la guita, que es la perdición del socialismo.

Es la guita lo que les lleva locos, lo que les quita el sueño, lo que les mueve y justifica, lo que se llevan crudo para luego perdonarse y amnistiarse entre ellos mientras los expoliados para disfrute de sus representantes los vuelven a votar en porcentajes sorprendentes. Porcentajes que demuestran la existencia del masoquismo social. «Róbame, ladrón», se dirá el que repite voto socialista después de que le quiten el efectivo, le imposibiliten el trabajo con burocracia infinita (hay que colocar a los compañeros), le priven de formación si se va al paro porque la pasta correspondiente ha desaparecido, sepa de sindicalistas con fajos para asar una vaca, y contemple los indultos. Esas gentes aplauden su propia miseria, celebran su conversión en dependientes, se dicen que al menos no gobierna la derecha, votan a su maldición y se van a dormir después de informarse en la Sexta, donde las macizas, de lo que hay que pensar mañana sobre los temas candentes.

En el otro sector de la izquierda, la extrema extrema, no daban la sensación de estar incómodas con sus líderes masculinos. Se las veía risueñas, y yo lo atribuía a la revolución y al asalto de los cielos, que deben dar un subidón de aquí te espero. También se ponían serias un rato cada día para condenar a los hombres por un pecado original adicional que nos haría violadores en potencia. Y resulta que los suyos eran unos babosos. Y lo sabían. Y se callaban. La izquierda es robo, abuso y trágala. Y si usaran eso como eslogan, los votarían igual.