SANTIAGO GONZÁLEZ—EL MUNDO
Pedro Sánchez había diseñado una estrategia de campaña, que estaba clara desde lejos. Era evidente que el doctor Fraude no iba a aceptar un debate mano a mano con el otro candidato que podía disputarle la presidencia, pongamos que hablo de Pablo Casado. También sabíamos que el presidente cum fraude no iba a aplicarse la descalificación que le aplicó a Rajoy en las generales de 2015: «Rajoy desprecia la democracia y desprecia a los españoles por no prestarse a los debates. No merece ser presidente del Gobierno».
El actual presidente tiene memoria de pez; por eso no recuerda que en la Moción de Censura puso el ejemplo de los países decentes en los que se obliga a dimitir a ministros por haber plagiado su tesis y que no se sienta concernido por sus palabras con una tesis doctoral que mintió tres veces en el espacio público.
El caso es que no le convenía un mano a mano a mano con Casado y encontró más conveniente el debate a cinco. El PSOE ha hecho argumento de campaña de la derecha trifálica, como acuñó ese pedazo de ministra de Justicia que Sánchez se encontró en los arrabales. Él mismo, que guarda silencio sobre los ataques que sus tres partidos de oposición (PP, Ciudadanos y Vox) han sufrido en sus actos de campaña a manos de sus socios, los presenta como la trinidad, tres personas distintas y una sola derecha verdadera, para surfear en el debate sobre su esforzado Pablo Iglesias, mientras los tres partidos aplazaban su pleito mayor con Sánchez para entregarse a la disputa de los votos y de los derechos de primogenitura, apelando al voto útil Casado; al voto valiente contra la derechita cobarde, Abascal, y tratando de hacer valer Rivera su loable insistencia en desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa como un ejercicio de salud pública.
Y ahora nos viene la Junta Electoral Central con que no vale, que debates a cinco no. Su gozo en un pozo. ¿Y por qué no, si puede saberse?
Porque Vox no es un grupo político significativo, al no tener un 5% de los votos en la composición actual del Congreso. Jorge Alexandre explicaba la vía rápida hacia el desprestigio emprendida por la Junta Electoral Central: primero, inventas un concepto como el de grupo político significativo inexistente en la legislación electoral; segundo, le das el significado que te sale de las narices y, tercero, lo empleas para tomar decisiones arbitrarias.
En las elecciones de 2015, la JEC admitió en los debates a Podemos y Ciudadanos, que no habían tenido presencia ni grupo parlamentario en la legislatura 2011-2015, porque eran grupos políticos significativos, habían obtenido resultados en las europeas del año 2014 y les sonreían las encuestas. ¿Por qué no valen los resultados de Vox en Andalucía y las encuestas que se desbordan? UPyD, que tenía grupo parlamentario con cinco escaños, e Izquierda Unida, que tenía 11, se quedaron fuera hace cuatro años. En la España sanchista todo va estando a juego, aunque a él no le venga bien en este caso.