José María Múgica-Vozpópuli

 

Era fácil prever que la opción tomada por el Sr. Sánchez y el PSOE tras las elecciones generales del 23 de julio pasado conducirían a una legislatura atrofiada. La suma electoral obligaba al Sr. Sánchez a apoyarse en todos y cada uno de los grupos minoritarios de la Cámara: ya fuera el PNV, ya Bildu, ya ERC, ya Junts. A ello se sumaba la ruptura del grupo parlamentario de Sumar, de manera que los cuatro diputados de Podemos se pasaron al Grupo Mixto con su propia iniciativa.

Así las cosas, ya estamos contemplando la existencia de una legislatura literalmente enfangada y en las antípodas de las necesidades de los españoles. El debate de la proposición de ley de amnistía se convirtió, como era también previsible, en una cuestión que suscita un rechazo abrumador de la sociedad española. No hay precedentes de que los políticos se amnistíen a sí mismos, mediante la introducción sistemática de reformas, confeccionadas por ellos mismos. Y todo por razón de los siete votos de Junts que permitieran al Sr. Sánchez mantener la presidencia del Gobierno. Un sonoro bofetón a los principios de igualdad entre los españoles y de separación de poderes, fundamento básico de cualquier estado democrático.

Luego, a partir del pasado 21 de febrero, el estallido del denominado caso Koldo, con múltiples irregularidades a la vista de todo el mundo; las actividades inexplicadas de la esposa del propio presidente del Gobierno. Más allá de contemplar la marcha del diputado Sr. Ábalos al Grupo Mixto, ninguna razón se ha facilitado desde fuentes gubernamentales sobre tales hechos que afectan a diversas comunidades autónomas y a varios ministerios.

Entre tanto, la opacidad absoluta del gobierno –casi, la clandestinidad–, que se dedica a negociar en Bruselas o en Suiza no sabemos qué aspectos de la vida política española. Ninguna explicación al respecto, más allá de meras notas de prensa que de nada concreto informan.

El presidente del Gobierno se comprometió a un plan para construir cientos de miles de viviendas sociales, materia en la que España se encuentra a la cola de la Unión Europea

Si sumamos la evidente agonía de Sumar, triturada en mil pedazos producto de la ruptura de sus taifas regionales; si añadimos que no tendremos presupuestos generales del Estado en 2024, con vulneración absoluta de la exigencia constitucional, decisión adoptada el mismo día en que el presidente de la Generalitat Pere Aragonés decidió anticipar las elecciones catalanas al 12 de mayo, a su vez producto precisamente de la derrota presupuestaria en aquella Comunidad, nos encontramos con una legislatura camino de agotarse a los pocos meses de ponerse en marcha. Con un Gobierno en una situación de extremada debilidad.

Y la pregunta, claro, es quién se ocupa de las necesidades básicas de los españoles. La vivienda, por ejemplo, donde nada se ha oído desde que hace casi un año, en la campaña de las elecciones municipales y autonómicas de 28 de mayo, el presidente del Gobierno se comprometió a un plan para construir cientos de miles de viviendas sociales, materia en la que España se encuentra a la cola de la Unión Europea. Han pasado los meses, y no se ha vuelto a escuchar nada en materia de viviendas sociales.

Otro tanto sucede con nuestra juventud que se queda atrás, con unas tasas de desempleo insoportables, con empleos, cuando los hay, mayoritariamente precarios, con una fuga inquietante de talento al extranjero, con una emancipación crecientemente tardía, desde luego, de nuevo, en la cola de Europa. No se conoce ningún plan, ninguna actuación que tenga por función detener tal grado de retroceso.

Lo mismo en materia de pérdida de productividad, de bajada de la inversión extranjera, de la desindustrialización, del hecho de que hay una población en riesgo de exclusión social del 26,5% del total nacional, una media que nos remite hacia atrás, a tiempos previos a la pandemia de 2020.

Casi se podría seguir con cada uno de los problemas que acucian en su día a día a los españoles, que ven como hay un gobierno que está bien lejos de gobernar, de trazar políticas nacionales.

Tras la celebración de ese triplete electoral que la lógica impone convocar, pasado el verano, a los españoles para que den su voto en unas nuevas elecciones generales

Ahora, con un triplete electoral en ciernes –País Vasco, Cataluña y Unión Europea– puede existir algún iluminado asesor que sostenga que tras esas elecciones se hará la calma y la legislatura podrá emprender un rumbo razonable. Es mucho más fácil prever que eso no sucederá; enganchado el gobierno permanentemente para la aprobación de cualquier norma parlamentaria a esas minorías antes citadas, a lo que se suma la descomposición a ojos vista del socio de gobierno, Sumar, será imposible que eso acontezca.

Recuerden la noche electoral del 23 de julio, en que la consigna ante la sede de Ferraz era “Somos más”. La pregunta inevitable es con quién se debían conseguir apoyos para ser más, cuando el primer partido político en España fue el Partido Popular.

Sí, esta legislatura no levantará el vuelo. Al contrario, tiene todos los visos de irse pudriendo más cada día. Y huyendo de la máxima irresponsable que permite tratar de gobernar a base de crear un problema para cada solución, se deberá contemplar tras la celebración de ese triplete electoral que la lógica impone convocar, pasado el verano, a los españoles para que den su voto en unas nuevas elecciones generales. Única forma posible de reenderezar un rumbo ya abiertamente extraviado. De no ser así, seguiremos descendiendo por los escalones de la decadencia.