Alberto Ayala-El Correo
La semana política demuestra que la legislatura española ha entrado en coma. Una situación delicada pero reversible. ¿Por qué Pedro Sánchez aguanta el tipo? ¿Por su espíritu de supervivencia? No lo sé. Pero aguanta. Y dudo que sea por la sorprendente encuesta del CIS que, a diferencia de todas las demás, pronostica el triunfo del PSOE en las europeas. Tampoco por la derrota el martes del proyecto de ley contra puteros y proxenetas. Ni por el hecho de que el Gabinete Sánchez se viera forzado a retirar ayer mismo otro proyecto de ley, el de reforma de la ley del suelo, al constatar que el PP no pensaba abstenerse y sí votar en contra junto a Sumar y varios grupos ‘indepes’, pese a tratarse de un articulado que esperan como agua de mayo ayuntamientos del PSOE, del PP o del PNV.
La renuncia a presentar Presupuestos este año, y estos dos últimos reveses legislativos, sólo pueden computar como derrotas del Ejecutivo progresista. Pensar que en tales circunstancias Feijóo y los suyos podían salvar los muebles a Sánchez resulta infantil. ¿No estaremos, pues, ante la enésima maniobra del resistente Sánchez para movilizar al electorado progresista dentro de quince días?
La trifulca hispano-argentina no hubiera arrancado sin la intervención del ministro Óscar Puente, que acusó de drogadicto al ultraderechista Milei. Sánchez, lejos de cesarle -como parece imprescindible si de verdad se quiere sosegar la vida pública- o exigirle una rectificación, permitió al exalcalde de Valladolid limitarse a decir que nunca hubiera obrado igual de conocer la repercusión de su tuit. Terreno abonado para que el mandatario argentino -a quien Sánchez no se molestó en felicitar cuando ganó- abriera la caja de los truenos contra el presidente español y su esposa. Siguiente paso: retirada del embajador en Buenos Aires y el PSOE que ya puede presumir de plantar cara a la ultraderecha, a diferencia del siempre confuso Feijóo con Vox.
Siguiente capítulo: reconocimiento oficial de Palestina, que se materializará el martes 28 junto a Noruega e Irlanda. Sólo once de los veintisiete países de la Unión Europea han dado este paso, que tanto agrada a la mayoría del electorado progresista y que ha enervado al ‘premier’ israelí Netanyahu.
¿Qué por qué ahora y no hace una década cuando lo pidió el Congreso con el voto favorable incluso del PP? Porque ahora el Estado judío ha matado a casi 36.000 palestinos en Gaza, casi todos civiles, en respuesta a las 1.200 personas que asesinó Hamás, con la habitual complacencia de Estados Unidos y de los grandes de Europa, con Alemania al frente. Pero es que este paso también puede ayudar a Sánchez a movilizar al votante progresista.
Sea cual sea el resultado del 9-J, el PP va a seguir su ataque sin cuartel contra «la corrupción que acecha a Sánchez». Por mucho que algunas actuaciones de la esposa del presidente Begoña Gómez no constituyan delito, como parece, aunque sean poco éticas y menos estéticas. Y el Gobierno PSOE-Sumar va a seguir necesitando el apoyo de los ‘indepes’ todos los días y para todos los temas, si quiere demostrar su utilidad al electorado de izquierdas. Algo cada vez más improbable.
Veremos la evolución del enfermo, pero no presenta buena cara. La pregunta sigue siendo para los soberanistas: ¿Cambiar a Sánchez por Feijóo?