Una mala salud de hierro

EL MUNDO 07/12/16
LUCÍA MÉNDEZ

La Constitución ha cumplido 38 años con una mala salud de hierro. Ayer volvió a soplar las velas de su eterna reforma y el protagonista del festejo fue un líder político que también goza de una mala salud de hierro envidiable: Mariano Rajoy. A esta mala salud de hierro vino a referirse la presidenta del Congreso, Ana Pastor, en su primera recepción como anfitriona. Y en la mala salud de hierro se ampara el recién elegido presidente del Gobierno para enfriar el entusiasmo reformista un poco a lo tonto que viene él observando en una parte de la sociedad española.

Hace un año, cuando cumplía los 37, la Constitución celebró un aniversario lleno de incertidumbres, expectativas y jóvenes políticos que se querían comer el mundo. Fue un acto de la campaña electoral del 20-D. Entonces el texto de 1978 reunió a los cuatro aspirantes a La Moncloa. Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera. Las crónicas de aquellos corrillos destacaron una felicitación, un enfado, un agobio y un chascarrillo. La felicitación fue el «vais muy bien» que le dijo Rajoy a Pablo Iglesias. El enfado fue el de Pedro Sánchez, que notó en el líder del PP una cierta voluntad de que Podemos creciera y el PSOE disminuyera. El agobio fue el de Albert Rivera, el hombre más manoseado aquel día. Se sentía víctima de una pinza de PP, Podemos y PSOE para frenar su carrera y convertirse en el segundo partido de España. Y el chascarrillo fue –pásmense– el de la operación Menina. Los mentideros –ya existían antes de la posverdad– hablaban de la posible sustitución de Mariano Rajoy por otra persona –quizá su vicepresidenta–, dando por hecho que el tiempo del veterano político de Pontevedra tocaba a su fin.

Un año más tarde, dos de aquellos invitados estrella han faltado a la cita. Pedro Sánchez causó baja obligatoria porque le fue muy mal y su partido le despidió. Pablo Iglesias causó baja voluntaria porque le fue muy bien –71 diputados– y anda algo mareado con su propio éxito. Los máximos dirigentes de Podemos aceptaron la invitación el año pasado, cuando no eran diputados, y ahora que lo son enviaron a Pablo Echenique y Carolina Bescansa en su lugar. El protagonista indiscutible del 38 cumpleaños de la Constitución, el encargado de soplar las velas, celebrar su buena salud, acaparar invitados y compartir selfies fue Mariano Rajoy, aquel político que ha tocado a su fin prácticamente cada media hora durante los 13 años de presidente del PP. Y que ahí sigue. Convertido en el «rey del mambo». Tomo prestada esta expresión del nuevo y flamenco ministro portavoz, Íñigo Méndez de Vigo, un hombre encantado de la vida.

Tanto como la vicepresidenta y el resto de los ministros, más solicitados que nunca en la vida, satisfechos con sus carteras llenas de reformas. El presidente del Gobierno está encantado de sus acuerdos con el PSOE. Se le nota a la legua, detrás del disimulo de «lo mío es ser discreto». Le asoma la satisfacción en el lenguaje gestual cuando responde a los periodistas con ojos de complicidad a la pregunta de qué tal se lleva con Javier Fernández. Alberto Núñez Feijóo, que conoce bien a Rajoy, se extendió hablando del Manuel Fraga que se presentó a las elecciones gallegas en cuatro ocasiones y en contra de todos los pronósticos. Como diciendo. El presidente gallego también luce muy contento. Su mujer sale de cuentas precisamente en las mismas fechas del congreso del PP. Y hasta se atrevió con un titular: «La estabilidad política también puede ser emocionante».

Sobre todo para quien controla el Gobierno habiendo desaparecido del mapa una alternativa de izquierdas. El PP dispone de una oposición desmembrada y dividida que facilita la estabilidad del Ejecutivo, aun con sólo 137 diputados. La fotografía fija de la recepción no engaña a propósito de la España posterior a las dos elecciones generales. El PP, tranquilo. Ciudadanos, dispuesto a colaborar. Albert Rivera lo reiteró ayer sin abandonar su afán reformista. Los nacionalistas vascos, casi en el bote de la negociación de los Presupuestos, aunque no asistan a las recepciones oficiales. El PSOE, disperso y bastante perdido. Podemos, ensimismado en una crisis de crecimiento.

El presidente de la Gestora socialista ha asumido la representación institucional del partido con estoicismo y cargado con la pesada mochila de los elogios que le lanzan los dirigentes del PP en cualquier esquina y en todos los actos oficiales. PP y Podemos han anunciado que celebrarán su congreso el segundo fin de semana de febrero, Ciudadanos lo habrá celebrado unos días antes, mientras los socialistas siguen esperando a Godot. Sin prisa, dicen. Javier Fernández acudió a la recepción cargado con esa espera interminable y en ausencia de Susana Díaz, a quien las inundaciones retuvieron en Andalucía. El presidente asturiano se debate entre las buenas palabras que percibe de los históricos y veteranos del PSOE –presentes en buen número en la recepción– y las críticas que recibe de los sectores críticos que se sienten amparados por la militancia. La diputada Margarita Robles o los ex colaboradores de Sánchez César Luena y Óscar López pueden ser los ejemplos de ese PSOE diseminado en distintas facciones que no quiere a Díaz como secretaria general, pero que tampoco encuentra un nombre para poner en la carrera de la Secretaría General. Un atento observador del PSOE lo resumió así. «Fíjate. La percepción es que el PP, sin necesitarlo, tiene alternativas al liderazgo de Rajoy. Ahí tienes a Alberto Núñez Feijóo o a Cristina Cifuentes. Mientras que nosotros no encontramos una alternativa a Susana Díaz».