Una mentira colectiva

ABC 17/06/14
EDUARNE URIARTE

· Las encuestas colombianas sobre el diálogo de Santos con las FARC han mostrado lo mismo que exhibían las españolas sobre la negociación con ETA

EL éxito de esta mentira colectiva, la de la paz terrorista, me sigue asombrando como el primer día, a pesar de haber observado el mismo proceso y los mismos ingredientes intelectuales y psicológicos en varios países en los últimos años, muy especialmente en España con ETA. Ahora, con las FARC en Colombia, donde este domingo ha triunfado el presidente Juan Manuel Santos con su defensa de la paz como acuerdo con los terroristas. Un triunfo que ratifica la eficacia que tiene habitualmente la construcción de la mentira de que una negociación con los criminales sobre las exigencias de esos criminales no sería una rendición del Estado de Derecho ni una injusticia para sus víctimas ni un ataque a los principios democráticos sino una virtuosa búsqueda de la paz.

La negociación constituyó el punto principal de debate de las elecciones presidenciales, con el presidente Santos en su defensa y el candidato opositor Óscar Iván Zuluaga, aliado de Álvaro Uribe, en contra. Y con la izquierda en apoyo de Santos en la segunda vuelta para continuar con esa negociación. Y aún me sorprende menos el refrendo electoral logrado por Santos, un 51% del voto, que el importante volumen de los votos de Zuluaga en contra de esa negociación, un 45% de los colombianos. Porque las encuestas colombianas sobre el diálogo de Santos con las FARC de los últimos meses han mostrado lo mismo que exhibían las españolas sobre la negociación con ETA. Un apoyo mayoritario a las negociaciones unido a la contradicción habitual del rechazo a cualquier tipo de cesión a los terroristas y una exigencia de medidas duras contra ellos.

Algo así como sáltese usted los principios democráticos que considere oportunos con tal de que no sigan asesinando, pero haga que todo parezca presentable y ético. Una trampa moral que se sostiene precisamente en la mentira de la paz que asumen tanto los líderes políticos como una mayoría de los ciudadanos. Así, se llama paz a reunirse con quienes han sido calificados, las FARC, como los mayores criminales de Colombia, responsables de un número escalofriante de asesinatos, secuestros y despojos de tierras y desplazamientos de campesinos. Una reunión que se celebra desde hace meses en La Habana, pues la negociación está sostenida por la dictadura comunista, y por el chavismo desde Venezuela, ambos, castrismo y chavismo, en la misma línea ideológica de las FARC. Y con unos puntos de diálogo que van desde la exigencia terrorista de reducción del Ejército y cambios en la doctrina militar hasta una nueva Asamblea Constituyente.

Y a todo lo anterior le llaman paz sus defensores. Y no rendición, o cesión, o legitimación de la violencia terrorista, que sería lo propio. Y no sólo eso, acusan a los opositores de «sabotear el proceso de paz» o de ser «enemigos de la paz», palabras de Santos, o de estar a favor de la guerra en lugar de escoger la paz. Y para rematar la falacia, hasta le añaden lo del valor, que haría falta mucho más valor para hacer la paz que la guerra, palabras de Santos nada más ser reelegido. O que los auténticos valientes son los enviados del Gobierno sentados con los terroristas en La Habana más que los soldados y ciudadanos colombianos que han resistido y combatido a los terroristas.

Exactamente el mismo debate que el vivido en España sobre ETA, las mismas trampas morales, y, lamentablemente, el mismo resultado: un mayoritario apoyo ciudadano.