Empecemos por la buena. El empleo es la variable económica que mantiene un comportamiento más favorable. Tampoco es que en la actualidad tenga mucha competencia en ese ranking, pero resulta ciertamente sorprendente que con el crecimiento cercano a cero, los tipos de interés subiendo a toda velocidad y la inflación triplicando el objetivo, los datos de octubre hayan sido tan buenos. El paro baja en 27.000 personas y sitúa el total en menos de tres millones, mientras que la Seguridad Social ganó una media de 103.499 afiliados, por encima de la barrera sicológica de los 20 millones. Hay elementos que mitigan el entusiasmo, como el enorme peso de las contrataciones públicas, que carecen de techo, y el éxito de la nueva ‘taxonomía’ laboral. Esa fórmula milagrosa que consigue evitar que computen como parados miles de personas que cobran el paro. A lo que podríamos añadir que mostramos el peor registro de la UE, que se torna en inadmisible cuando se trata del paro juvenil. Pero, aún y así, y aunque sea en términos comparativos con nosotros mismos, los datos son buenos. Máxime cuando se trata de un mes que acostumbra a ser bastante negro para el empleo.
Por su lado, las malas noticias son el nuevo aumento de tipos de la FED, el sexto en un año, que se ha acostumbrado a subirlos muy rápido y en tramos grandes de tres cuartos de punto. La inflación no ceja en los Estados Unidos y por eso Jerome Powell avisa de que podrán subir más de lo inicialmente previsto. Lo cual ejerce una enorme presión sobre el BCE, obligado a domar una inflación superior en la zona UE. Justo cuando nosotros llevamos tres meses de alivio relativo. Los nuevos tipos elevan el coste de la financiación y restan capacidad de compra a unos ciudadanos muy castigados por los precios y por los impuestos.
La otra noticia mala es el desbarajuste de los fondos Next. Lo cual ha llamado la atención de la Comisión Europea, que emite avisos de posibles sanciones ante lo que ‘podría ser’ un incumplimiento de las condiciones de partida y ‘es’ un desorden de ejecución. Que no funcionen los sistemas informáticos en algo tan importante y que haya que volcar los datos de las autonomías por el innovador mecanismo de unas hojas de excel artesanas, resulta del todo inadmisible. Si el Gobierno no soluciona el problema inmediatamente, la vergüenza del país sería de tamaño cósmico. Tanto es así, que sería necesario desenterrar al Cid para compensar el descrédito y desviar la atención pública.