EL PAÍS 03/08/14
ANTONIO ELORZA
· En Podemos no hay una “última palabra en manos de la gente”, sino un flujo sometido a una persona
Sería útil releer la cantidad de simplezas que dijimos hace una década los participantes de un curso de verano en la Complutense sobre el papel a desempeñar por la informática en el funcionamiento de la democracia. En el mejor de los casos, se constataba la importancia del volumen de información del cual iban a disponer tanto los sujetos como los informadores de la vida política. Claro que recursos técnicos tales como Twitter o Facebook se encontraban aún en el limbo, y de hecho fue la campaña electoral de Obama en 2008, como en su día el debate televisado entre Kennedy y Nixon, lo que abrió los ojos sobre la decisiva incidencia de las nuevas formas de comunicación. El reconocimiento fue rápido y tanto los partidos como los comentaristas políticos las incorporaron a modo de complemento de sus métodos de incidencia sobre la opinión.
El blog se había adelantado en este campo, y fue precisamente uno de particular aceptación, el del cómico italiano Beppe Grillo, con sus 200.000 lectores diarios en 2010, lo que sirvió de plataforma para una revolución tecnológica que ya anunciaban los ensayos de los “partidos piratas”. Antes Grillo rompía contra el suelo un ordenador en cada intervención pública. Ahora, con la ayuda del informático Roberto Casaleggio, la red se convertirá en el instrumento para una nueva forma de hacer política, un medio de excepcional eficacia, que además reduce los costes y así introduce un componente igualitario en la comunicación. El éxito entre nosotros de la campaña de Podemos en las europeas, a través de Twitter y Facebook, con la televisión (tertulias) al fondo, sería la mejor prueba de ello.
El balance es aún incierto. La experiencia desde 2009 del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, y el diseño muy influido por él de Podemos en su pre-borrador de organización, apunta a una estructura dual, según los niveles de autonomía y control desde el centro. A escala local, la proliferación de círculos —de 5 Estrellas o de Podemos— debe dar lugar a una intensa comunicación interactiva, e incluso a un sentimiento comunitario frente a la política tradicional.
El problema surge cuando la aparente soberanía compartida por todos en el movimiento se encuentra sometida para la política nacional a un centro de decisiones perfectamente consolidado y que dispone de mecanismos informáticos de control y vigilancia sobre el conjunto de sus “ciudadanos”, tanto en la elaboración de decisiones como en la información, y llegado el caso para la eliminación de los disidentes. En 5 Estrellas y en Podemos (pre-borrador) no hay una “última palabra en manos de la gente”, sino un flujo circular sometido a un vértice inamovible, personalizado: allí Grillo, aquí el futuro portavoz, que todos conocemos.