IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Sánchez pretende erigirse en fuente de Derecho retroactivo, dueño del poder demiúrgico de pacificar conflictos y borrar delitos

Este Gobierno es tan respetuoso con la ley y con las formas democráticas que está dispuesto a amnistiar a Puigdemont como condición previa a cualquier pacto. No porque se trate de una exigencia del prófugo, como argumentan los malpensados, sino porque así quedarán borrados todos sus delitos de un plumazo y se convertirá en un ciudadano honorable y un socio libre de reparos. Sin delito no hay delincuente y por tanto Sánchez ni siquiera necesitará perdonarlo, como hizo a posteriori con Junqueras y el resto de líderes separatistas condenados. Fuera remordimientos, pues; la amnistía significará que el golpe catalán no existió a efectos jurídicos. Que fue una ensoñación, como sentenció el Supremo, y en todo caso un movimiento legítimo. El presidente se ha erigido primero en fuente de la Historia, al prolongar legalmente hasta 1983 la vigencia del franquismo, y ahora aspira a serlo también del Derecho con carácter retroactivo. La amnistía consagrará su poder demiúrgico, capaz de declarar extinguida cualquier responsabilidad en virtud de su solo capricho, incluida por cierto la suya propia en la aplicación del Artículo 155. Un truco de ilusionismo legislativo, nada por aquí, nada por allá, y desaparece el conflicto. Ni sedición, ni malversación, ni desobediencia, ni desórdenes; el Gran Pacificador podrá ser investido sin que nadie tenga que traicionarse a sí mismo. Puro espíritu de la Transición: reconciliación, tolerancia y olvido.

Con ese guion bajo el brazo, Yolanda Díaz ha ido de avanzadilla a Bruselas para preparar una parodia posmoderna de la Operación Tarradellas. Una embajada en toda regla aunque haya habido que camuflarla como un viaje por su cuenta por si al imprevisible ‘Puchi’ le da por poner demasiadas pegas. Es improbable que lo haga porque nunca tendrá otra ocasión como ésta; a poco que apriete las tuercas puede hasta lograr que el trato se cierre en Waterloo con Pedro de cuerpo presente –tal vez aprovechando su presencia en alguna cumbre europea– y ofreciéndole los pliegos de la amnistía en actitud genuflexa, como en los cuadros de época. El principal problema de la componenda es que a Tarradellas no lo perseguía el juez Llarena, pero llegado el momento ya encontrará la solución algún jurista de cabecera. Ahora lo importante es que el fugitivo se avenga a negociar, se deje hacer la pelota y busque cauces de interlocución fiable sin sorpresas ni desaires. Talante, talante; el resto serán flecos técnicos, menudencias, detalles, maniobras creativas para intentar evitarle el paso, aunque sea simbólico, por la cárcel. Del referéndum ya se hablará, que eso tiene peor encaje. La ventaja del Gobierno es que sabe que, por mucho que la derecha clame, a corto plazo los independentistas no se van a ir de España porque ni en una Cataluña soberana ni en ninguna otra parte van a encontrar a nadie que los trate mejor que Sánchez.