Kepa Aulestia-El Correo

  • La EH Bildu de Otxandiano se ha transparentado a base de blanquearse, y el PNV de Pradales concurre atenazado porque no puede cometer errores

El Aberri Eguna de este año escenificará hoy la pugna que centrará las elecciones autonómicas del próximo 21 de abril, puesto que solo las dos formaciones que se disputan el primer puesto -PNV y EH Bildu- celebrarán el Día de la Patria vasca. Aunque en vísperas del inicio de la campaña oficial no parece que puedan emplearse a fondo en sus respectivos mítines, exceptuando las consabidas invectivas sobre la autenticidad abertzale de cada cual, o sobre en manos de quién están mejor Euskadi y Euskal Herria. La gran novedad de este año respecto a los cuarenta y cuatro últimos es que parece verosímil que la izquierda abertzale supere en votos y escaños al nacionalismo tradicional. Pero, por eso mismo, ni la primera puede poner en riesgo tal posibilidad tensando la cuerda soberanista, ni el segundo está en condiciones de mostrarse despectivo hacia los de Otegi y Otxandiano.

La «estrategia paciente» de la izquierda abertzale, desarmada hace siete años, no se basa tanto en la convicción de que la historia se encamina, indefectiblemente, hacia la gestación de una república propia para los vascos, como en la presunción de que EH Bildu seguirá en ascenso hasta situar al PNV ante el dilema de abandonar el gobierno de las instituciones o adherirse a la agenda que la izquierda abertzale no acaba de revelar. «Sin ansiedad» y «sin excesiva prisa» no son únicamente términos que revisan a fondo la vis revolucionaria del período armado. Son, sobre todo, el reflejo de una «sociedad dentro de la sociedad» que se encuentra acomodada, lejana a reclamar cambios inmediatos y drásticos, con una sobrerrepresentación de empleados públicos, personas con trabajo seguro, alto nivel de estudios, familias con ingresos múltiples, una más que notable cohesión y viviendas en propiedad.

No son las virtudes de la izquierda abertzale lo que podría relegar al PNV al segundo puesto, sino su propio desgaste

El auge electoral de EH Bildu, que en la Pamplona en la que se manifestará hoy presenta los mejores frutos de su blanqueamiento, se debe en gran medida a una redención propiciada por la desaparición de ETA. Hecho que deja su pasado sin nadie al que poderle exigir cuentas políticas. Esa es la clave de bóveda de su éxito, completado con el corolario subsiguiente: ya que no vamos a ponernos de acuerdo sobre el pasado, conversemos del futuro. La izquierda abertzale tiene muchas cosas que decir sobre el hoy. Ejemplo, la situación de Osakidetza. Pero no tiene nada que decir sobre su mejora. Y, sobre todo, ningún plan creíble que haga que el 21 la gente vote a EH Bildu en la confianza de que solucionará algún problema. El blanqueamiento ha acabado transparentándola. Hasta el punto de que el mensaje de Otxandiano carece de significado. Por eso Arnaldo Otegi sigue tan presente.

No son las virtudes de la izquierda abertzale lo que podría relegar al PNV al segundo puesto. Es su propio desgaste, que difícilmente paliará la figura de Imanol Pradales y la incorporación de nuevos candidatos a sus listas. El rejuvenecimiento no es suficiente para la renovación. Ni esta última garantía alguna para la recuperación electoral. Sobre todo cuando los aspirantes a representar al partido en las instituciones no tienen otra guía de campaña que evitar cometer errores. Hoy, en la Plaza Nueva de Bilbao, no se oirán palabras distintas a las que hubiese pronunciado Iñigo Urkullu. Los jeltzales ni siquiera pueden dramatizar con la eventualidad de que el 21 de abril gane EH Bildu sin desmovilizar a los suyos. Una campaña acallada por la polarización en Madrid, el eco que alcanzan las catalanas, unas europeas de fondo y la eventualidad de que acabe saliendo la gabarra no es el mejor escenario para que el nacionalismo gobernante obre el milagro de ganar con alguna ventaja.