Áreas de las provincias de Alepo, Idlib, Damasco o Daraa fueron durante el día de ayer escenario de pequeñas escaramuzas, principalmente del lanzamiento de cohetes y proyectiles por parte tanto de fuerzas leales al Gobierno sirio como de opositores.
Al final del día, Rusia acusó a los alzados de 23 rupturas del alto el fuego. Desde Alepo –situada al norte y la principal ciudad en disputa entre los bandos enfrentados en un conflicto que dura ya cinco años– varios activistas dieron cuenta de cómo los niños habían podido incluso jugar en las calles de los distritos opositores del este, en relativa calma.
El primer objetivo del complejo acuerdo firmado por Rusia y Estados Unidos el pasado viernes es superar estos primeros días, los más críticos del segundo intento de alto el fuego general decretado en Siria.
Ello implica, paradójicamente, aclarar qué ruptura se consideraría mortal para el proceso. No aclara nada que, por ejemplo, el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, lo haya calificado tanto de «cese de hostilidades» como de «reducción sostenida de la violencia».
Menos claro es el futuro. Si se supera la semana, Washington y Moscú establecerán un centro de coordinación para bombardear a los yihadistas del Estado Islámico y del Frente de Conquista del Levante, hasta hace poco aliado de Al Qaeda con el nombre de Frente Al Nusra. Pero el ministro de Defensa ruso, Sergei Lavrov, sugirió ayer que Estados Unidos no está interesado en golpear a estos últimos. «Lo que vemos sobre el terreno es que la coalición es muy reticente a golpear al Frente Al Nusra», declaró.
El problema es que, en numerosas trincheras, el Frente y otras brigadas opositoras, tanto extremistas islámicas como no radicales, luchan juntos porque comparten el objetivo de derrocar al presidente sirio, Bashar Asad. Eso hace que, a ojos de muchos sirios, los afines a Al Qaeda sean incluso aliados más aceptables que Occidente, al que acusan de no haber parado ninguna matanza del régimen. El gran reto para Washington es convencer a los alzados de desligarse de los yihadistas.
El mismo Frente de Conquista del Levante emitió ayer un comunicado acusando a Rusia y Estados Unidos de perpetrar un «complot» contra los sirios, y agradeció el respaldo público recibido de algunos de los opositores.
Según expertos, sólo una distribución inmediata y eficiente de ayuda humanitaria y una suspensión total de los bombardeos por parte de la aviación asadista contribuirían a que se pueda llegar a conquistar el corazón de la población víctima de los ataques oficialistas y de la violencia de algunas milicias.
Con este objetivo, según la agencia semioficial turca Anadolu, 20 vehículos, auspiciados por Naciones Unidas, entraron ayer en Siria desde Turquía para distribuir ayuda humanitaria. Damasco criticó la acción porque ésta no contaba con su permiso.
En la capital de Alepo, de acuerdo con el medio Al Masdar, soldados rusos se desplegaron por la conocida como carretera de Castello para supervisar el cumplimiento de la tregua.
Ayer hubo varias polémicas. El Departamento de Estado tuvo que reconocer que el pacto no exige que Rusia o Estados Unidos aprueben los bombardeos del régimen. Hasta ahora, el régimen se había escudado en la necesidad de atacar al Frente Al Nusra para castigar zonas civiles. Se teme que ocurra de nuevo.
La otra fue el anuncio de Damasco del derribo de un avión de combate y un dron israelíes. Tel Aviv lo desmintió, aunque reconoció haber atacado Siria como respuesta a la caída de un proyectil en su suelo.