Editorial El Mundo
AHORA que el rompecabezas autonómico de la Junta de Andalucía comienza a resolverse, componiendo la figura de un Gobierno que pondrá fin a 36 años de régimen clientelar socialista, resulta pertinente analizar cómo valoran los votantes los primeros pasos que están dando los partidos en los que depositaron su confianza el pasado 2-D en las urnas. Así, la exclusiva encuesta que ha elaborado Sigma Dos para EL MUNDO ofrece una radiografía elocuente de los síntomas y las recetas que propiciarán el nuevo escenario en el Palacio de San Telmo.
Resulta significativo que la mayor parte de los encuestados, un 39%, considera que no hay más culpable de la pérdida de las opciones socialistas para gobernar que la deficiente gestión de Susana Díaz. Pues a nadie se le escapa que la presidenta en funciones –que ha amenazado resentidamente con no aceptar su lugar en la oposición– se ha mostrado no solo incapaz sino inane a la hora de atajar su principal problema: la corrupción que asuela al PSOE-A. El porcentaje crece hasta el 42% si quienes se manifiestan son los votantes socialistas, evidenciando lo complicado que resulta en esta ocasión ver solo la paja en el ojo ajeno.
Otro punto a valorar, quizá el de más impacto político, es la irrupción de Vox, el partido de corte populista desde la derecha que obtuvo 12 escaños que encierran la llave de la gobernabilidad. Su discurso antisistema, carente de reformas constructivas –apuesta por la voladura del modelo autonómico–, y su actitud ante la inmigración, es reprobado por la mayoría de los encuestados: el 49% considera mala o muy mala su participación en la formación del parlamento andaluz, frente a un 28,2%. Sin embargo, esta desaprobación no es óbice para que cuando la pregunta gira en torno a quién debería presidir la Junta sea el pacto entre el PP y Cs con el apoyo de Vox quienes cuentan con el mayor respaldo social. Un 40,7% apuesta por un gobierno de centro-derecha posibilitado por la derecha radical contra un 37,9% que se inclina por la continuidad del régimen socialista.
Aunque el beneplácito de los votantes populares y de Cs al acuerdo es masivo (81% y 73,8%, respectivamente), comentario aparte merece el recibimiento de Vox dentro del partido de Albert Rivera, donde si bien el 38,9% de sus electores ve con buenos ojos su aparición, el 37,2% la califica de negativa. La división es la mejor explicación al tira y afloja constante que la formación tensa a la hora de referirse al partido de Santiago Abascal. Sin ir más lejos, mientras Juan Marín aseguraba ayer que no delimita «líneas rojas con Vox» a la hora de negociar en Andalucía, Rivera hacía pública su intención de cara a futuras citas electorales de formar gobiernos «constitucionalistas», sin Vox ni Podemos: «No vamos a estar en tripartitos». Con las autonómicas y municipales en el horizonte, es interesante ver cómo responderá ahora que tendrá responsabilidad de gestión.