Editorial-El Correo
- La necesaria repulsa a la masacre en Gaza sitúa a la sociedad vasca ante el espejo de su reacción a ETA y el riesgo de un imprudente señalamiento
El escalofrío provocado por el horror en Gaza plantea la necesidad de una reflexión ética con amplitud de miras. Sin populismos ni cálculos políticos que llegan a manchar hasta la causa más justa. Con los derechos humanos como principio superior, se impone que la comunidad internacional articule una reacción firme de presión y condena contra el Gobierno de Benjamín Netanyahu. Solo desde el máximo consenso y pluralidad se podrá atajar la matanza indiscriminada de la población civil palestina, y poner fin a una de las páginas más indecorosas de nuestra historia reciente.
Para frenar el genocidio reconocido por la ONU y denunciado en las protestas, es crucial acelerar esa mano tendida de solidaridad al sufrimiento gazatí y de castigo a los responsables del asedio. Pero siendo consciente de que una actuación desproporcionada, como reflejo del lógico enardecimiento que causan las insoportables imágenes de dolor en la Franja, puede acabar dañando al pueblo israelí, que también protesta sobrecogido por la crueldad de sus gobernantes y mandos militares. Sería conveniente plantear esta reflexión desde el convencimiento de que las víctimas están siempre por encima de todo. Sean los miles de palestinos masacrados por los bombardeos, la hambruna y el éxodo a ninguna parte, o las personas aún secuestradas que Hamás se resiste a entregar a sus familiares, incluidos los cadáveres de rehenes, tras su salvaje ataque terrorista de hace casi dos años.
La barbarie en Gaza ha tocado la fibra sensible en Euskadi. Las movilizaciones contra el calvario palestino son un valioso gesto de solidaridad, pero también sitúan a la sociedad vasca ante el espejo de su particular travesía del desierto. Nos interpela como colectivo sobre la necesidad de no mirar hacia otro lado cuando se conculcan los derechos humanos de una manera tan flagrante. Ocurre hoy en Oriente Medio y ocurrió en el País Vasco por la sacudida del terrorismo de ETA durante 50 años, salpicado de una ‘guerra sucia’ igual de abyecta. Por eso, completar el recorrido ético es un reto pendiente en favor de la convivencia para aquellos que siguen anclados en ese oscuro pasado. Siendo lógica la indignación causada por la crisis humanitaria en Gaza, los señalamientos a empresas e instituciones por el «genocidio» pueden convertirse en una imprudencia y desviar equivocadamente la carga de la responsabilidad. Por ética, también sería preciso recordar dónde estábamos ayer y dónde hoy para evitar un sonrojo en el futuro.