Iñaki Ezkerra-El Correo
- Entre un silogismo falso y uno ridículo hay una distancia que marca el sentido común
Ha sido el plato estrella de la campaña electoral en la que ya estamos metidos pese a que en teoría comienza el 7 de julio. Hablo de ese chiste macabro que ha contado el Delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid aunque no sepa lo que es el humor negro; de esas alusiones al «patriotismo español» de Bildu y a «las miles de vidas de españoles que han salvado» los herederos de ETA. Hablo, sí, de esas palabras que han quedado grabadas en el mármol de la estupidez y la miseria moral a las que ha llegado la elite del PSOE.
Francisco Martín ha querido quedar de cine con su jefe y los aliados de su jefe, pero ha quedado mal con todos. A Sánchez le ha reventado una campaña que ya era de por sí complicadita y a los de Bildu los ha hundido en la miseria. Tantos años mostrando un odio explícito a España, a los españoles y a lo español, para que ahora venga este y los nombre ‘padres de la patria’. Creo que Otegi, después de esto, anda sumido en una depresión de caballo y que hasta está pensando en dejar la política. Francisco Martín es que ha lanzado, sin proponérselo, un torpedo en la línea de flotación del secesionismo abertzale que amenaza con extinguirlo y privar al PSOE en el futuro de un socio que ya se ha hecho fundamental gracias a esos tácticos y obscenos apoyos que le han dado tan triste gloria.
Sí. La intervención de este hombre merece un análisis porque refleja, entre otras cosas, el momento nacional que atravesamos, esa modalidad de político pelotillero que ha crecido de forma vertiginosa en los últimos años y que desea agradar a su patrón al precio que sea. Además de esa innegable condición de esbirro (esto es de «persona que sigue servilmente a otra por dinero o por interés» según la RAE), el siguiente aspecto que merece atención en este personaje es su temeraria fe en la mala sofística como método de propaganda. A Francisco Martín hay que explicarle que, entre un silogismo falso y otro ridículo, hay una cierta distancia que marca el sentido común. Para hallar el primer antecedente de esta indigencia neuronal en la política española debemos remontarnos a la Leire Pajín que razonaba de la siguiente manera no menos silogística: «Lo masculino es terrible. El actual PIB es terrible. Luego lo terrible del PIB es que es masculino».
A todo lo dicho se añade el ‘odio ideológico’ que deja ver ese desprecio a los «patrioteros de pulsera» y que es el mismo odio que en 2017 se cobró la vida de Victorino Laínez por tan execrable crimen como lucir unos tirantes con la bandera constitucional. Recordemos las palabras de Francisco Martín al inicio de su arenga: «Yo quiero compartir con ustedes una reflexión personal pero que no puedo evitar hacer». A cualquier cosa llaman algunos «reflexión».