Una reforma imprescindible: la de los partidos políticos españoles

ELISA DE LA NUEZ y CÉSAR MOLINAS, EL ECONOMISTA 29/05/2013

· La democracia interna es inexistente en los partidos políticos españoles.

Se vienen sucediendo los análisis que ponen de manifiesto que la falta de democracia interna de los partidos políticos españoles se encuentra en el centro de la crisis del entramado político-institucional español nacido en la Transición. Se trata de partidos nacidos en la Transición que se encuentran prácticamente huérfanos de toda regulación -fenómeno insólito en el resto de países constitucionalmente avanzados-, dado que la actual Ley de Partidos Políticos (LO 6/2002) despacha el artículo 7 la democracia interna con un breve «la estructura interna y el funcionamiento de los partidos políticos deberán ser democráticos», advirtiendo en ese mismo artículo que los estatutos deberán prever procedimientos de control democrático de los dirigentes elegidos.

Autorregulación pura y dura que, a estas alturas, ya sabemos que no ha funcionado en absoluto, como suele ocurrir con los seres humanos y las instituciones si no se establecen los incentivos adecuados. Ylamentablemente no hay ningún incentivo para que los que mandan en los partidos políticos garanticen la democracia interna. Todo lo contrario.

La realidad es que hoy los partidos políticos, al menos los grandes partidos tradicionales, son instituciones a las que a ningún ciudadano se le ocurría acercarse en demanda de participación política o debate de ideas y propuestas, aunque ciertamente sí en demanda de algún tipo de beneficio, prebenda o cargo. Es lógico si se tiene en cuenta que los jóvenes que se afilian a las Nuevas Generaciones del PP, por ejemplo, saben que cuentan con una «cuota» en los puestos -cada vez más numerosos- a repartir cuando se ganan las elecciones, lo que no es nada despreciable para una persona joven en los tiempos que corren. En los otros grandes partidos es establecen cuotas similares.

En cuanto a la «carrera política» en un partido, cualquiera conoce las reglas: fidelidad absoluta al líder máximo y su pequeño círculo que todo lo puede, ya se trate de los premios (una carrera política profesional que puede durar hasta la jubilación y más allá) o los castigos (las tinieblas exteriores, la expulsión de las listas o de los cargos y puestos más apetecibles).

Formación y capacidad crítica… no se llevan

Lo que todos tienen claro es que la independencia, la capacidad, la formación o la capacidad crítica no puntúan -más bien al contrario- dada la falta de democracia interna. Lo que a su vez conduce a la «selección adversa» que se ha producido en el seno de los principales partidos políticos españoles y a que los máximos dirigentes manifiesten un clamoroso desconocimiento de la realidad en la que vive el resto de sus conciudadanos porque están aislados de todo contacto con ella.

A nuestro juicio la democracia española se ha degradado tanto que lo único importante que de verdad se dirime en las elecciones es quién va a repartir y a quién los cargos y beneficios. Como es inevitable, la necesidad de contentar a una clientela cada vez más nutrida y más exigente (¿qué menos que un asesor recién licenciado cobre 50.000 euros brutos en un Ayuntamiento?) ha fomentado el crecimiento descontrolado de unas Administraciones Públicas y de un sector público manifiestamente insostenible.

En fin, puede que todos los políticos no sean iguales y que haya muchos, incluso la mayoría, que se muevan solo por una auténtica vocación de servicio a los intereses generales. Estamos dispuestos a reconocerlo, pero la verdad es que da bastante igual, dado que no pueden hacer nada para intentar cambiar las cosas desde dentro.

La democracia interna es inexistente en los partidos políticos españoles. Pretender que, en este entorno, haya un verdadero debate de ideas o propuestas cuando ni siquiera hay un debate en torno a las personas es pedir peras al olmo. El reciente «relevo» en el PP vasco es, por ahora, el último ejemplo de esta situación de cuya gravedad los ciudadanos tenemos que ser conscientes. Por esta razón, creemos que la solución pasa por aprobar con el máximo consenso posible una nueva Ley de Partidos Políticos que recoja principios y normas básicas que garanticen de verdad la democracia interna en los partidos, en la línea de otras legislaciones como la alemana, de manera que los partidos puedan ser regulados y controlados. Para esto necesitamos el apoyo de muchos ciudadanos.

Elisa de la Nuez y César Molinas, Abogada del Estado y Doctor en Economía y Matemáticas. Promotores de una iniciativa para cambiar la Ley de Partidos Políticos.

ELISA DE LA NUEZ y CÉSAR MOLINAS, EL ECONOMISTA 29/05/2013