Tonia Etxarri, EL CORREO, 7/5/12
En Euskadi, estamos siendo gobernados por un Ejecutivo que ha decidido enfrentarse a quien le apoya
Se les rompió la relación de no usarla. El Gobierno de Patxi López, sostenido por el apoyo del PP de Antonio Basagoiti, ha entrado en una fase de crisis que venía aplaudida por el PNV y jaleada por la izquierda abertzale y que los socios no han sido capaces de esquivar. ¿Hasta cuándo durará la legislatura del único Gobierno constitucionalista que ha tenido Euskadi?, se preguntaban quienes observaban con preocupación la operación de desgaste teledirigida desde los despachos de Sabin Etxea. «Hasta que quiera Basagoiti», decían con escepticismo y recelo no disimulado algún consejero del Ejecutivo autónomo y dirigentes socialistas guipuzcoanos, incómodos con el apoyo de los populares desde el primer momento en que echó a andar esta legislatura.
Pues bien, desde que el lehendakari decidió tomar la ruta propia soltando las amarras de un apoyo que, en tiempo preelectoral cree que le supone un lastre, la pregunta deja de tener sentido. Su decisión de llevar al Tribunal Constitucional las últimas medidas de recortes del Gobierno de Rajoy aludiendo «invasión de competencias» ha marcado el comienzo del distanciamiento oficial entre los dos socios. Ni las alusiones de Basagoiti al nivel académico del lehendakari, ni la prepotencia del presidente del ejecutivo autónomo al presumir de nuestra capacidad de endeudamiento sin citar nuestro particular sistema privilegiado del Concierto, habían rechinado el engranaje del pacto. El papel lo había aguantado casi todo durante este tiempo. Hasta que las reformas económicas impuestas por Europa han abierto una brecha tan grande entre socialistas y populares que ni siquiera la idiosincrasia de una comunidad como la vasca que intenta asomar la cabeza después de cincuenta años de terrorismo, ha sido capaz de evitar la quiebra.
Porque, en las últimas semanas en Euskadi estamos siendo gobernados por un Gabinete que ha decidido enfrentarse a quien le apoya. Puede parecer una operación suicida. Pero no. Se trata de una ruptura calculada en tiempo de descuento electoral. Independientemente de que las próximas elecciones autonómicas vascas sean en otoño o en primavera, lo cierto es que del pacto de gobierno entre socialistas y populares solo queda el recuerdo de un primer año en el que se deslegitimó la violencia y se ensalzó el respeto al marco constitucional.
Ahora, los socialistas vascos han decidido jugarse el apoyo del PP a cambio de fortalecer su perfil de izquierdas en pleno proceso del plan de recortes económicos impuesto por Rajoy. Y si, hasta ahora, el lehendakari se mostraba como el más interesado por agotar la legislatura hasta el final, sus cálculos le conducen a forzar el distanciamiento del partido de los recortes y de la liquidación de los derroches presupuestarios de las comunidades autónomas. Se trata de ponerse al frente de las opciones de defensa del autogobierno, intentando competir en el terreno abonado del PNV. Pero es el PP quien ha llegado a la conclusión de que tiene que soltar el cabo y dejar de apoyar a Patxi López, a pesar de ser consciente del mal momento en que se puede producir esta ruptura en pleno estrés del plan de ajustes de Rajoy.
A Basagoiti no le va a quedar más remedio que cortar por lo sano si quiere presentarse ante sus electores sin tener que explicar actitudes que no se entienden. ¿Qué sentido tiene sostener a un partido que le acaba de llamar «xenófobo»? Salvado el primer año de legislatura, en el que el acuerdo de gobierno cumplió las expectativas, la sucesión de desencuentros ha estado maquillada por declaraciones genéricas de apoyo cada vez más condicional pero, a diferencia del aparato de propaganda continuo del mundo nacionalista, los constitucionalistas han sido incapaces de poner en valor su acuerdo de gobierno.
Puede ser que estemos asistiendo ya a una etapa de ficción gubernamental. Lo que llama Urkullu «minutos de la basura» para referirse a un tiempo cuya gestión no da ya mucho más de sí. Pero si el Gobierno vasco se encuentra, o no, en tiempo de prórroga lo tendrán que decir el lehendakari y su socio preferente. ¿Podría aguantar unos meses Patxi López gobernando en minoría sin el apoyo del PP? Esa es una fórmula que tendrán que valorar los dos socios. Basagoiti quiere manejar sus tiempos. Hasta ahora se ha resistido a regalar ni un día de esta legislatura a la izquierda abertzale, que espera impaciente al otro lado del toril para entrar en el ruedo de las elecciones autonómicas. Pero desde su propio partido son cada vez más numerosas las presiones que recibe Basagoiti para que no mantenga artificialmente al Ejecutivo autónomo.
Las diferencias son tan sustanciales que han quedado en evidencia en torno a la gestión del fin de la violencia. A pesar de las buenas palabras de los socialistas al plan de reinserción de presos que lleva bajo el brazo el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. La ponencia por la paz se ha puesto en marcha en el Parlamento vasco con todas las reservas de los populares, que quieren evitar que esa iniciativa acabe poniendo en el escaparate una agenda de negociación política. Los verificadores siguen proyectando su sombra alargada por Euskadi sin lograr que Antonio Basagoiti ceda a sus presiones y se reúna con ellos, como han hecho otros ilustres interlocutores del Partido Socialista. El divorcio entre los socios se venía retransmitiendo por capítulos. Falta saber quién de los dos va a dar el paso de anunciarlo.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 7/5/12