Victoria Prego, EL MUNDO, 21/6/12
No ha sido ninguna sorpresa esta sentencia del Constitucional, pero eso no la hace menos grave ni menos intolerable para cualquiera que crea, como cree el Tribunal de Derechos Humanos y creemos algunos más en España, que todo sistema democrático tiene no sólo el derecho sino, sobre todo, el deber de defenderse de quienes quieren destruirlo. No ha sido una sorpresa esta legalización del partido creado para servir a los objetivos políticos de ETA porque la sentencia de legalización de Bildu fue dictada por los mismos magistrados y con la misma ponente, aunque con procedimientos algo más groseros que los empleados esta vez.
Quienes tienen buena información de lo que se cuece en el Tribunal ya anunciaron hace mucho tiempo cuál iba a ser la sentencia sobre Sortu. Y lo advirtieron inmediatamente después de que el Supremo denegara la inscripción legal de este partido y lo describiera, además, como «una amenaza objetiva y grave para la democracia».
Así que, ya desde entonces, se sabía qué sentencia iba a salir y se sabía quién la iba a firmar. Y también se daba por hecho desde hace más de un año que la ponente iba a ser la que ha sido: Elisa Pérez Vera. Porque solamente los ingenuos o los hipócritas pueden sostener que es pura casualidad que le caigan a ella en el reparto la redacción de los borradores de sentencia más peliagudos y más cargados de intereses políticos, léase el Estatuto de Cataluña o este mismo que acaba el Tribunal de respaldar. Por eso, y es lamentable tener que decirlo así, ésta tiene todo el aspecto de ser una sentencia de encargo.
A seis de los 11 magistrados no les han parecido relevantes los hechos ni los antecedentes del partido diseñado por ETA para alcanzar sus planes. Lo que les parece una aplastante prueba de que Sortu tiene derecho a entrar en el sistema democrático son unos estatutos elaborados ad hoc para cumplir formalmente el contenido de la Ley de Partidos. Pero es que esta gente ahora bendecida por el Tribunal Constitucional nunca ha condenado los crímenes de ETA, que suman más de 800 víctimas muertas y decenas de miles de víctimas vivas.
Y no sólo eso: las criaturas políticas de los etarras entran en el espacio de los demócratas mientras la banda sigue ahí. Todo lo debilitada que se quiera, pero armada como siempre y sin la menor intención constatada de disolverse. Esta sentencia destroza el respeto a los principios porque fuerza a la democracia a abrirles definitivamente la puerta de las instituciones sin haber obtenido la previa desaparición de los terroristas.
Muchos dirán hoy que esto facilita la superación de un conflicto que sólo los asesinos crearon y mantuvieron abierto durante décadas. Pues si es por eso, nada mejor que rendir la plaza y aceptar todas sus pretensiones, a las que no han renunciado jamás. Seguro, seguro que así no vuelven a matar.
Victoria Prego, EL MUNDO, 21/6/12