Y el fallo confirmó las filtraciones, porque para eso son las filtraciones. Quien filtra persigue un efecto; en este caso, amortiguar la reacción del separatismo en vísperas de unas elecciones inciertas. Serán jornadas de airadas protestas porque el Movimiento no puede reconocer que la sentencia es infinitamente menos dura de lo que podría haber sido. Y porque a ese tugurio aún no ha llegado el aguafiestas que encienda la luz y mande a los borrachos a casa antes de ponerse a barrer el suelo de la autonomía de serpentinas fascistoides. Luego vendrá la resaca, pero será el mismo Estado que pretendieron quebrar el que garantice el ibuprofeno para todos.

Se llevarán los titulares los años de cárcel que suenan contundentes, y lo serían si los cumplieran. Pero el Supremo ha desestimado la petición de la Fiscalía de que los condenados cumplieran al menos la mitad de su pena antes de poder beneficiarse del tercer grado. Recordemos que las competencias penitenciarias fueron cedidas a Cataluña por Felipe González, alias el Estadista. Recordemos que Oriol Pujol salió a la calle a los ¡dos meses! de ser condenado. Recordemos el rico programa de animación hotelera que organiza Lledoners para sus presos alfa. Así que no hará falta pedir indultos ni inventar amnistías: bastará la mágica aplicación del 100.2 del reglamento penitenciario, infame coladero para favores políticos que permite, si así lo dispone la autoridad catalana competente, que Junqueras se coma el turrón en casa como el resto de compañeros mártires. Es lo que hay. Pero para entonces ya habrá pasado el 10-N.

La inhabilitación para cargo público no se la quita nadie. Pero nadie tampoco podrá prohibir en la próxima campaña de las catalanas los cameos estelares de los condenados, aclamados como héroes de la causa, pidiendo el voto para sus respectivas marionetas. Mientras tanto los catalanes constitucionalistas serán forzados a regresar a su estado habitual desde que Pujol empezó a desplegar su nación B: la humillación cotidiana, el silencio y la resignación. En el mejor de los casos los gobernará ERC con Iceta de vice, el plan de Sánchez tras el biombo del «Ahora España».

Concedamos, en un generoso juicio de intenciones, que Marchena quería secundar el criterio de rebelión de Llarena, pero que ha debido pagar el caro precio de la unanimidad. Ahora bien, la sedición se alza contra el orden público, y Felipe VI no habló por televisión para sofocar un tumulto futbolero.

Quienes durante años han combatido el plan que buscaba extranjerizarlos en su propia tierra no van a poder disimular la decepción. La condena impuesta por el procés es cuatro veces inferior a la más alta impuesta por el Supremo en Gürtel. El pasteleo parece innegable. Pero mientras los demócratas acatan con la lengua mordida, los fanáticos siguen cortando calles porque creen no solo que son inocentes sino que son superiores.

El coraje de la Fiscalía no merecía esta derrota. A mí, llámenme cavernario, que un Estado democrático diluya el castigo debido a golpistas que no solo no muestran arrepentimiento sino que juran que repetirán la agresión me parece deshonroso. Si sirviera a la contrición y al autonomismo, lo daría por bueno: es la realpolitik. Lo insoportable sería que a la deshonra se añadiese la guerra.