Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
- Somos un país más subvencionado, es decir menos libre y más subordinado al poder. Un poder que no duda en utilizar esa dependencia en su favor cada vez que se presentan unas elecciones
Hace unos días conocimos que se habían ‘reubicado’ 28 antiguos cargos del PNV y del PSE en distintos puestos de la Administración. La noticia desvelada por este periódico no suscitó un gran revuelo, no sé si porque nos entusiasman estos ejercicios de solidaridad intragrupal o porque nuestro depósito de indignación se ha agotado de tanto usarlo. Lo cierto es que días después hemos conocido otra noticia que tiene relación con estas actuaciones y que desvela una evolución muy preocupante.
Hubo un tiempo, allá por la década de los 70, en el que la industria era responsable de más del 40% del total del empleo en el País Vasco. Desde entonces, la relación se ha truncado y hoy se sitúa en una cifra cercana a la mitad. Aun así todavía seguimos en puestos de cabeza en este indicador que nos sitúa muy por encima de la media española, lo que explica en gran manera la mejor situación de nuestra renta familiar disponible que alcanza los 47.005 euros.
El mayor porcentaje de empleo industrial se identifica, con razón, con el mayor bienestar de la sociedad al ofrecer puestos de trabajo más productivos, con sueldos más elevados y mayores ingresos fiscales. Quizás eso explique la noticia de que la aportación pública a la renta familiar de los vascos haya crecido casi un 40%, con cifras del Eustat de 2021 -desde entonces habrán empeorado-. De ese total, 13.586 euros tienen su origen en las transferencias recibidas del sector público, básicamente en forma de pensiones o ayudas.
No cabe duda de que las pensiones constituyen el eje de la solidaridad intergeneracional y que los pensionistas actuales las perciben como compensación a las aportaciones que hicieron en su día para sostener las pensiones de entonces. Tampoco la hay en que las ayudas forman el esqueleto de la solidaridad social. Se pueden analizar los mecanismos de funcionamiento, se debe debatir su tamaño y es obligado revisar periódicamente los criterios de concesión y los sistemas de vigilancia para evitar abusos. Lo que usted quiera, pero no se puede discutir ni la necesidad de su existencia ni la exigencia de un sistema de solidaridad acorde con nuestro nivel de riqueza.
En cualquier caso, la situación es esta. En diez años la renta total de las familias vascas ha subido un 11,4%, ligeramente superior al incremento de los precios, mientras que las transferencias han aumentado un 36,8%. Es decir, tenemos una sociedad más solidaria, pero también más intervenida, con una mayor dependencia de lo público. Somos una sociedad más subvencionada, es decir menos libre y más subordinada al poder. Un poder que no duda en utilizar esa dependencia en su favor cada vez que se presentan unas elecciones y mantenerse así en el poder.
La renta familiar mejora, pero tiene dos problemas. El origen de la renta no es indiferente y es mejor que provenga de la actividad privada que de la pública. Margaret Tatchter (lagarto, lagarto) decía que solo existe el dinero privado y que dinero público solo es el dinero que los poderes públicos extraen del sector privado. Siendo así, ¿de dónde sale el inmenso caudal que dedicamos en la actualidad al sostenimiento social? Que nadie se agache para recoger piedras para la lapidación, solo digo que el caudal es enorme, no que sea innecesario, eso lo analizamos otro día. Pues de dos manantiales: el endeudamiento, que bate récords mes tras mes, y los impuestos, que no dejan de subir y menos ahora que se apoyan en la inflación.
Y hay otro problema consistente en el lacerante hecho de que este riego de dinero público no ha sido capaz de reducir la desigualdad, que sigue creciendo año tras año. Seguro que algunos sacarán la conclusión de que es necesario apretar más con los impuestos, pero eso es porque se cansan pronto de pensar. Hay más opciones. Por ejemplo y dado que el empleo es la principal causa de la desigualdad, podríamos esmerarnos todos en generar empleo de calidad, que fuese muy productivo y permitiera pagar salarios más elevados. Por ejemplo, empleo industrial.
Como ve estamos en lo de siempre. ¡Crear empleos de calidad! Supone crear un sistema educativo mejor, organizar una Administración pública más eficiente y motivadora, diseñar un sistema fiscal que prime la inversión y el empleo, aunque sea en perjuicio de la recaudación del presente y cosas así. ¡Qué pereza! ¿No? Sin duda. Vuelva al primer párrafo y verá que es mucho mas cómodo recolocar a ‘friends&familly’ en el sector público. En ese que gasta el dinero privado que a usted le quitan…