Alberto Ayala, EL CORREO, 3/4/12
La hipótesis de que la aún parlamentaria de Aralar pudiera liderar una opción inquieta en el PNV y más en la izquierda abertzale
Preámbulo obligatorio. Aintzane Ezenarro es a día de hoy militante y parlamentaria de Aralar. Crítica con la decisión impulsada por Patxi Zabaleta de regresar apresuradamente y con humildad política a la casa del padre (la antigua Batasuna), una vez que ETA ha renunciado oficialmente a las armas, pero todavía afiliada a la organización.
El viernes Ezenarro y dos de los otros tres parlamentarios de la formación abertzale de izquierdas (Mikel Basabe y Oxel Erostarbe) auspiciaron la creación en el Parlamento vasco de una ponencia por la paz, en abierto desafío a lo acordado por la ejecutiva del partido y a los intereses de la izquierda abertzale tradicional. La política de Getaria recibió parabienes de casi todas las bancadas por su empeño en sacar adelante el foro. Excepto, claro está, de su propia casa política, de donde le llegó el previsible tirón de orejas.
El ultimátum fue inmediato. La ejecutiva de Aralar exigió a los tres disidentes que pusieran los escaños a disposición del partido. No ha habido respuesta. Ayer, Patxi Zabaleta se negó a dar por hecha la ruptura, por más que sus palabras sonaran más a estrategia que a opción real de acercamiento. El divorcio parece bastante probable.
Es en este punto donde ha empezado a surgir la hipótesis de trabajo. Sobre todo en ámbitos nacionalistas. Si finalmente se confirma la ruptura, Aintzane Ezenarro y sus compañeros críticos (entre los que se encuentra también el ex ‘número dos’ de la formación Jon Abril), ¿abandonarán la política? ¿Darán el salto a otro grupo (PNV)? ¿O se lanzarán a ofertar al electorado nacionalista una tercera vía entre el PNV y la izquierda abertzale (IA) tradicional?
La mesa a cuatro
Las últimas llamadas a las urnas (municipales y generales) parecían haber dibujado un nuevo mapa político vasco con sólo cuatro actores protagonistas: el PNV, la IA, el PSE y el PP. La simple posibilidad de que la parlamentaria de Getaria y sus compañeros pudieran plantearse alumbrar una organización propia genera escalofríos en ámbitos jeltzales y, muy especialmente, en la IA.
En el mundo abertzale no se ha olvidado lo ocurrido en Navarra. Tanto los herederos de la antigua Batasuna, como EA y luego Aralar dieron por hecho que su salida de Nafarroa bai y la presencia en las urnas de Bildu y Aralar acabaría con la coalición progresista y vasquista, y más si se quedaba sin las siglas. Pero olvidaron el tirón de Uxue Barkos y no contemplaron el escepticismo de no pocos electores a respaldar a los herederos de HB, y sus múltiples carencias democráticas, por muchos que sean sus nuevos compañeros de viaje. El 20-N, Barkos revalidó su escaño en Madrid al frente de la recién nacida Geroa Bai.
Es solo una hipótesis de trabajo, una opción teórica porque la ruptura de Aralar no se ha oficializado. Pero que se ha empezado a contemplar en ciertos ámbitos como lo que es, una posibilidad entre otras.
Lo cierto es que Aintzane Ezenarro vive un momento políticamente dulce. Y que los últimos resultados electorales prueban que una parte de los votantes de Aralar se resiste a respaldar a Amaiur pese a la incorporación del partido de Zabaleta.
Para obtener un escaño en el Parlamento vasco basta el 3% de los sufragios. Eso supone en Gipuzkoa entre 11.000 y 12.000 votos. Pero la fuga de bastantes menos apoyos hacia un experimento así repercutiría en el reparto final de parlamentarios de PNV y Sortu. Algo a no desdeñar cuando la próxima batalla por Ajuria Enea se dibuja tan cerrada.
Alberto Ayala, EL CORREO, 3/4/12