- la UE, frenada por su benevolencia natural hacia cualquier dictadura de izquierdas, fía seguramente al criterio español lo que a Hispanoamérica concierne
¡Qué ejercicio de contención ante el pucherazo venezolano y su reguero de crímenes! La UE ha coronado el ideal de moderación que aquí predican los reyes de la tibieza disfrazados de fríos tecnócratas. Sumergirían en una bañera llena de hielo a cuantos tenemos sangre en las venas. Los tibios en jefe son muy cucos, que diría Pla, porque uno los recuerda calentándose mucho y aplaudiendo con más pasión que un norcoreano ante su presidente aquel arrebato fratricida de Pablo Casado en el Congreso de los Diputados (en realidad la insensata lectura de un papel de Aznar). De aquel fervor a esta silente quietud estatuaria.
Fuera de aquel desahogo, los del arrebato, los del ruido y la furia son los sanchistas, y si alguien les planta cara pasa a ser un fascista, como en Venezuela. Por eso los tibios callan, no por autocontrol ni por morigeración, sino por miedo cerval a que El País y La Ser los sitúen en su objetivo. Al abrigo de los presupuestos, que no por prorrogados dejan de ser el mango de la sartén, el sanchismo (formado por el PSOE, sus socios, su prensa dócil, sus pumpidos, sus rectores y sus CEOs) no se detiene ante nada. No tienen líneas rojas, como dicen ahora. Pisotean sin miramientos las premisas básicas del Estado democrático: independencia judicial y libertad de prensa, por poner dos ejemplos palmarios.
Las simpatías, hoy tan incómodas, del sanchismo hacia el tirano Maduro no se pueden traducir directamente en una voz chavista descarnada dentro de la UE, pero hacen lo que pueden. Han tenido a Zapatero como primer valedor internacional de la tiranía durante lustros; hay una parte del Gobierno, con vicepresidencia, que reproduce literalmente las consignas del gorila rojo, usa su misma verborrea oxidada y avala el pucherazo y la represión. Es más, mantienen como mister PESC cesante a Josep Borrell, que se ha encargado durante la anterior legislatura, y que sigue encargándose en este ínterin europeo, de frenar cualquier medida contra la narcoizquierda hispanoamericana y, con especial delectación, de promover el antisemitismo, reproducir las «informaciones» de Hamás como si fueran asépticas, y mantener la financiación (con nuestros impuestos) a La Autoridad Palestina, que se traduce en pensiones a los terroristas palestinos y a sus familias. Pensiones que crecen según los años de condena; es decir, que incentivan y premian lo letal de sus atentados.
Hasta el Gobierno estadounidense, más escorado que el Costa Concordia, reconoce como presidente de Venezuela a Edmundo González ante lo abrumador de las evidencias del fraude chavista y la publicación de las verdaderas actas por parte de la oposición venezolana. Pero la UE, frenada por su benevolencia natural hacia cualquier dictadura de izquierdas, fía seguramente al criterio español lo que a Hispanoamérica concierne. Así, y sesgada por Borrell, va tres pantallas por detrás y pide al tirano, en un alarde de arrojo, que muestre las actas, a ver quién ha ganado. Cambiar esta UE y erigir una decente es el verdadero ideal europeísta.