Kepa Aulestia-El Correo

Ciudadanos y Albert Rivera cuentan con la posibilidad de virar lentamente en las próximas semanas hasta hacer verosímil su reencuentro con los socialistas de Pedro Sánchez

La aparición de Vox, como opción desgajada de la derecha democrática, despertó entre los socialistas de Sánchez la esperanza de que dos de sus principales rivales -el PP y Ciudadanos- estarían obligados a repartirse los votos de su espacio político con una tercera formación. La división a su derecha favorece electoralmente al PSOE, en tanto que le facilita asegurarse el primer puesto e incluso la presidencia del gobierno. Pero no se trata de una ventaja gratuita para los socialistas ahora, después de que Susana Díaz se viera obligada a renunciar a la presidencia de la Junta de Andalucía. Se ha disipado el temor a la extensión de la fórmula andaluza a todas las demás autonomías; pero la incidencia de una formación que propone retroceder sobre los pasos de la España de la Transición va más allá de que el resto de las formaciones del centro-derecha pierdan utilidad de voto. Basta comprobar que el ‘sanchismo’ se ha olvidado de la reforma constitucional y de la federalización del Estado autonómico para concluir que Vox no solo está condicionando el comportamiento de PP y Ciudadanos.

El desplazamiento hacia la derecha de las tres formaciones en que se divide el legado de José María Aznar, y su éxito en Andalucía, podrían explicar la recuperación del ánimo electoral socialista, tras la abstención y el voto en blanco del 2 de diciembre.

Ni la izquierda más crítica y exigente consigo misma está en condiciones de vanagloriarse de haber demostrado su fuerza en las andaluzas de hace cuatro meses, cediendo el poder autonómico al PP y Ciudadanos acompañados de Vox. Tampoco cuando la derecha parece revolverse contra sí misma, al percatarse de la ventaja demoscópica con que Pedro Sánchez pretende validar en las urnas la victoria cosechada en la moción de censura.

El PP, Ciudadanos y Vox se han enzarzado esta semana en un ‘todos contra todos’ que no augura nada bueno para los dos primeros y encumbra al tercero. La recuperación de los populares de Pablo Casado al frente de quienes persiguen el desalojo de Sánchez de La Moncloa como su principal cometido no representa más que un premio de consolación cuando sus expectativas eran otras. Frente a ello, el mensaje que transmiten a los suyos no es otro que el de una derrota anticipada. Es lo que se deduce de la tensa relación que han mostrado en los últimos días Casado y Rivera, olvidando repentinamente el propósito final al que venían remitiéndose a cada instante: despachar a Sánchez. En tales circunstancias, la precampaña y la campaña pueden eternizarse para la derecha. Porque, lejos de esperar algún golpe de suerte, tienen razones para temer que alguien de su caravana electoral cometa un error injustificable, como está ocurriendo cada dos días.

La pugna electoral debería permitir que un contendiente arroje la toalla, o que cuando menos solicite parar el reloj. Pero faltan todavía casi treinta días de una carrera que puede acabar siendo agónica para algunos de sus protagonistas. Por eso mismo, tampoco sería extraño que Albert Rivera y Ciudadanos optasen por separarse del tropel en las próximas jornadas, y se decidieran a explorar posibilidades que han venido negando desde que la ejecutiva ‘naranja’ rechazara la eventualidad de un acuerdo postelectoral con el socialismo de Sánchez. No en balde, es la única formación adscrita voluntariamente al centro-derecha que cuenta con dos posibilidades para acceder al gobierno del país. Puesto que si, como parece, se desvanece la hipótesis de una coalición ganadora con el PP, apoyada por Vox, siempre estaría en condiciones de retrotraerse a aquella escena posterior a las generales de 2016, cuando Sánchez y Rivera rubricaron un programa común para la investidura del primero. El secretario general del PSOE se lo ha puesto fácil esta semana con sus abanderadas 110 medidas.

Más vale una vez colorado que ciento amarillo. Porque del mismo modo que Ciudadanos tiene la oportunidad de virar lentamente en las próximas semanas hasta hacer verosímil su reencuentro con los socialistas, el panorama que se le presentaría si no triunfa la alianza de derechas puede resultarle desastroso; visto lo mal que la formación -hace poco emergente- se maneja en la intemperie de la propia precampaña.