Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 22/10/12
El título de esta columna trata de subrayar, de forma resumida, lo que sucedió ayer en las elecciones autonómicas. Lo primero, y más destacado, es que Feijoo y su partido obtuvieron, en una situación de una dificultad extraordinaria, una victoria arrolladora, que se tradujo no solo en el mantenimiento de la mayoría absoluta sin la cual no podían aspirar a gobernar, sino en un aumento de sus escaños, que se sitúan en las cotas que Fraga llegó a alcanzar en los momentos de su más alto apoyo electoral.
El presidente en funciones de la Xunta se coloca así como uno de los valores en alza del PP, pero Rajoy haría muy mal en interpretar los resultados de Galicia como un apoyo a su política estatal. Las autonómicas de ayer se resolvieron en clave gallega y sería un fraude convertir ahora en un referendo sobre la política del Gobierno lo que con buen sentido se planteó como lo que era en realidad: una consulta popular para decidir quién gobernaría la Xunta.
¿Y la media victoria? Sin duda alguna la de Beiras, Yolanda Díaz y su Alternativa. Media victoria porque la nueva fuerza política obtiene un resultado excepcional -pasar de 0 a 9 es como hacerlo de la nada al infinito-, pero no consigue el objetivo que los coaligados habían expresado en su lema electoral: «Hay que botalos». Pues ha resultado que no, que lo que ha sucedido en realidad es que en lugar de botar al Partido Popular una clara mayoría electoral ha decidido votar al Partido Popular. No serán pocos los que en el campo del nacionalismo piensen hoy que Beiras ha puesto su granito de arena para apuntalar la mayoría del PP.
La derrota del BNG es más dolorosa que todas las que venía acumulando desde hace varios años porque se produce con sangre de su sangre: no es la abstención la que se lleva sus escaños y sus votos, sino una coalición nacida casi de la noche a la mañana y liderada por quien fuera uno de sus fundadores y de sus líderes históricos. Alguien deberá plantear en el interior del BNG qué graves errores han podido cometer para que una coalición improvisada y de futuro más que incierto haya podido pegarle tal bocado electoral.
La segunda gran derrota, aunque la primera en importancia para el futuro de España y de Galicia, ha sido la del Partido Socialista, que pierde un tercio de sus votos y se coloca en una peligrosísima rampa de salida: la que podría llevarlo a convertirse en un partido políticamente irrelevante. Su fiasco de ayer, que no puede endosarse en exclusiva a su candidato sino a todo el actual equipo dirigente del partido, es la muestra trágica de cómo un grupo de políticos profesionales que piensan mucho más en su futuro personal que en el de su partido y su país han dilapidado el valioso patrimonio que otros más generosos que ellos les habían transmitido.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 22/10/12