Luis Haranburu Altuna-El Correo

  • El libro de Martín Gabarain invita a la alegría de vivir y a la reflexión sobre el ansia humana de cimas siempre más altas y más bellas

Aita Barandiaran solía afirmar que las montañas no eran fronteras, sino lugares y espacios de encuentro. Prueba de ello es que todavía persisten en algunos de nuestros montes representaciones de encuentros, pactos y convivencias como el de la mesa de los tres reyes que corroboran el aserto del entrañable antropólogo de Ataun.

‘Una vida entre montañas’ es el título del libro del autor donostiarra Martín Gabarain, que acaba de asomar a los escaparates de la mano de la editorial Almuzara. Se trata de una obra que por su factura y calidad trasciende los tópicos de la autobiografía y se adentra en el moderno género de las narrativas del yo. A lo largo de casi medio millar de páginas Gabarain hace buena la afirmación de Barandiaran, por cuanto que cada cima y cada montaña se convierten en un lugar de encuentro; de sí mismo y del Absoluto.

La obra de Gabarain no constituye una autobiografía ni un libro de viajes al uso, que se limita a reseñar ascensiones más o menos azarosas o penosas caminatas que concluyen en el deseado destino. ‘Una vida entre montañas’ pertenece a ese género literario que cobró carta narrativa en los años 60 del siglo pasado. Se trata de un género híbrido que participa del autobiográfico y se modela como una ficción que trasciende lo fáctico y la anécdota hasta convertirse en una cosmovisión libre e individualizada.

A las narrativas del yo pertenecen obras señeras como ‘Infancia’ o ‘Juventud’ de J.M. Coetze, ‘Soldados de Salamina’ de Cercas o ‘Los hechos’ de Philip Roth. Sobre el género de las narrativas del yo, Coetze afirmaba que en la verdadera autobiografía «el escritor se compromete a descubrir las verdades que se ocultan detrás de la experiencia humana pero, para ello, debe hacerlo de forma paralela mediante la escritura». Es lo que Martín Gabarain lleva a cabo con maestría, valiéndose de su genio narrativo, su empatía y la admiración estética no exenta de humor.

‘Una vida entre montañas’ arranca en Aranzazu, en Goiko Venta. Donde el autor solía veranear con sus padres, en la época en la que Jorge Oteiza esculpía sus célebres apóstoles. Aranzazu remite de inmediato a Urbia y al Aitzkorri, donde el autor realiza sus primeras ascensiones. Es en su infancia donde siente la llamada de la montaña, que pronto se convierte en pasión ilustrada por las lecturas de Roger Frison-Roche, Maurice Herzog, John Hunt y Michel Peissel. El libro de Gabarain crece al estilo de las matrioskas rusas, donde cada montaña se recubre con una cumbre mayor o incluso por toda una cordillera.

Las andanzas infantiles por la sierra de Urbia tienen su prolongación natural en la sierra de Aralar, donde el autor realiza sus primeras rutas de esquí de fondo. Los Pirineos representan la mayoría de edad del montañero Gabarain, que los recorre una y otra vez por ambas vertientes. Los Alpes representan el objeto deseado del montañero ya maduro. Asciende al Mont Blanc y recorre la cordillera desde las vertientes austriaca y suiza.

Pero el techo del mundo no se halla en los Alpes y Gabarain acude por nueve veces al Tíbet para encontrarse con el misterio y la verdad que habita las cumbres. Gabarain admira con profunda y sincera empatía los modos de vida de los tibetanos; sus usos y costumbres que se remontan a edades remotas. Pero la contemplación de tanta belleza y virtud no concluyen en una exaltación romántica, sino que son motivo de una humilde admiración que invita a la reflexión y a la empatía.

Pero las montañas del mundo son inabarcables y Gabarain vuelve a hacer las maletas para trasladarse a la Montañas Rocosas de América, a los Andes de Perú, a Groenlandia y a Nueva Zelanda, para acabar recalando siempre en las montañas de los Pirineos y los Alpes.

El recorrido vital de cumbre a cumbre está sazonado por una ideología liberal inmune a los sectarismos y abierta a todas las múltiples verdades del mundo. Y es que las montañas son lugares de encuentro con el absoluto, que no repara en nimiedades identitarias ni en rencillas de parroquia. En el colofón del libro, el autor narra una experiencia vital que le marcó y descubre el hilo conductor de la narración de ‘Una vida entre montañas’. En la cima del Wildspiyze, en el Tirol austríaco, Gabarain se encontró con una gran cruz en cuya base había una inscripción que decía: «Gelobt sei Gott, sein sind die gipfel der berge» (Alabado sea Dios. Suyas son las cumbres de las montañas).

Gabarain ha culminado con su libro la alta cima de una obra maestra que invita a la alegría de vivir, a la empatía cosmopolita y a la reposada reflexión sobre el hombre, que ansía otras cumbres y otras montañas siempre más altas y más bellas. Martín Gabarain es de estirpe donostiarra y bilbaína, que ejerce de notario en Donostia. Su libro constituye la sublime acta notarial de una pasión convertida en ascesis vital y fábula ética, como aquella otra que Thomas Mann escribió sobre ‘La montaña mágica’.