Editorial-El Correo
- Fernando Buesa, asesinado por ETA hace ahora 25 años junto a su escolta, representa la pluralidad frente a cualquier vestigio de fanatismo
Con el asesinato de Fernando Buesa, del que hoy se cumplen 25 años, ETA quiso acallar una voz que apostaba por la pluralidad de Euskadi cuando defenderla podía costarle a uno verse en la diana de la sinrazón. Con todo lo que eso implicaba para la persona señalada y sus familiares. Referente del socialismo vasco y vicelehendakari en el Gobierno de coalición PNV-PSE entre 1991 y 1994, Buesa representa hoy la memoria del coraje frente a cualquier vestigio del fanatismo de entonces. De la libertad en una sociedad que se asomaba a una peligrosa polarización arrastrada por el sectarismo del Pacto de Lizarra.
Buesa murió un día como hoy de camino al trabajo, en un atentado con bomba cerca de Ajuria Enea en el que también perdió la vida su escolta, Jorge Díez Elorza. Esa explosión no solo provocó un profundo dolor a dos familias. Fue un punto de inflexión en Euskadi. Estaba muy tensionada por el intento del nacionalismo de pactar con la izquierda radical y la propia ETA en la falsa creencia de que esa suma de fuerzas abertzales, que excluía a la mitad de la ciudadanía y, por tanto, ponía en el disparadero a sus rivales políticos, iba a arrastrar a los terroristas a poner fin a su barbarie. El asesinato de Buesa confirmó los peores temores. El entonces lehendakari Ibarretxe, censurado por no haber prestado apoyo a las familias de las víctimas en aquellos días tan oscuros en Vitoria y el resto del país, decidió romper aquel acuerdo que había partido en dos a la sociedad.
No hay consuelo posible para sus seres queridos, aunque la viuda del dirigente socialista, Natividad Rodríguez, recuerda hoy que siempre supo que su «voz y sus valores no se podían olvidar». Aunque duela, como dice el padre del ertzaina, José Antonio: «Para mí no pasa el tiempo, es como si le hubieran matado ayer». Once años después del atentado, ETA anunció su final y facilitó con su derrota el camino a mensajes en favor de la convivencia, como el que intentó silenciar sin éxito con Buesa. Por eso el testimonio de su viuda es tan valioso. Se ofrece a «sumar esfuerzos» para convivir «sanamente» incluso con aquellos que, por acción u omisión, fueron capaces de negar la pluralidad con una crueldad sin límites. A ellos, advierte, «no vamos a dejar de exigirles que deslegitimen la violencia». Esa es la asignatura moral más importante que aún tiene pendiente de resolver la izquierda abertzale, con las víctimas y con la sociedad a la que ahora aspira a servir desde las instituciones públicas.