ALBERT RIVERA abrió ayer la puerta de la investidura de Mariano Rajoy. Lo hizo a través de una declaración solemne en el Congreso en la que, además de exigir al candidato popular poner fecha a su investidura, puso sobre la mesa seis condiciones en materia de regeneración para aceptar negociar el sí. Ninguna de las premisas expuestas por el presidente de Ciudadanos son inasumibles por Rajoy, por lo que éste debería aceptarlas en la reunión que ambos mantendrán hoy. Este paso, y la posterior negociación entre PP y Ciudadanos de un paquete de reformas más amplio, sería decisivo para desbloquear la situación de interinidad que atraviesa la política española desde hace casi ocho meses.
Rivera actuó ayer como un hombre de Estado, dejando así en evidencia la tozudez de Pedro Sánchez a la hora de comportarse como nunca se hubiera esperado del líder de un partido que ha gobernado España durante 21 años. El ofrecimiento de Rivera a Rajoy constituye una oportunidad histórica para llevar a cabo la regeneración eternamente aplazada por la clase política de nuestro país. Rajoy, por tanto, está en condiciones de asumir las exigencias de Rivera. Primero porque los intereses generales así lo exigen –el precio de mantener la ingobernabilidad es demasiado elevado– y, segundo, porque tienen la virtud de ser buenas tanto para el conjunto del país como para el propio PP. Y, en tercer lugar, porque situarían al PSOE en una posición insostenible. Sánchez tendría complicado mantener su no a Rajoy si éste y Rivera son capaces de articular un acuerdo, al menos, de investidura. Para el PSOE, además de una irresponsabilidad mayúscula, sería un suicidio de llevar al país a unas terceras elecciones.
Rivera, que informó a Rajoy de sus condiciones minutos antes de su intervención, se mostró taxativo a la hora de pedir al presidente del Gobierno en funciones que fije la fecha de su investidura. Sería aconsejable que Rajoy accediera a ello, teniendo en cuenta además que le basta con señalar la semana en la que se someterá a la confianza de la Cámara. Por otro lado, Rivera exigió media docena de iniciativas «sine qua non» para abrir una negociación con el PP: apartar a todos los cargos públicos imputados; eliminar los aforamientos; reformar la Ley Electoral; acabar con los indultos por corrupción; limitar los mandatos a ochos años –no aclaró si afectaría a Rajoy, quien opta a la reelección–; y, finalmente, abrir una comisión de investigación de los papeles de Bárcenas.
Estas condiciones –casi todas incluidas en el pacto de Ciudadanos con el PSOE– ya han sido asumidas por los populares en aquellas comunidades en las que, como Madrid, gobierna con el apoyo de Ciudadanos. EL MUNDO ya incorporó la mayoría en las 40 propuestas para la regeneración democrática, publicadas antes de los comicios del 20-D. Ciertamente, de llevarse a efecto, supondría una profunda acometida regeneradora en la vida política española. Porque, si bien el Gobierno no ha aprobado apenas indultos por corrupción y ya no hay apenas cargos imputados en el Congreso y mucho menos en el Gobierno, sí es urgente eliminar los aforamientos de cerca de 2.000 cargos públicos que hay en la actualidad y restringir esta figura sólo a las altas instancias. Y la reforma electoral, sobre todo en lo tocante al desbloqueo de las listas y el fin del voto rogado, también es una propuesta razonable. En consecuencia, el escollo más duro para Rajoy, a priori, es la apertura de una comisión sobre Bárcenas, que podría ir en paralelo al juicio de este caso que se abrirá en octubre. Aunque estas comisiones suelen acabar sin consenso y sin unas conclusiones claras, en este caso, podría ser un elemento útil para ayudar al PP a superar un episodio de corrupción que lastra su imagen durante los últimos años.
«La nueva política no puede comportarse con la vieja», afirmó ayer Rivera. Ciudadanos es, y con claridad, el partido que más está haciendo para superar el bloqueo. Forjó un pacto con el Partido Socialista en la anterior legislatura y, tras el 26-J, fue capaz de cambiar el veto a Rajoy por la abstención. El principal mérito de Rivera es abandonar los maximalismos y aceptar, con hechos y no sólo con palabras, la necesidad de acuerdos de largo alcance. Rajoy cometería un grave error si hoy no aprovecha la oferta que le brinda el líder centrista.