ABC-ISABEL SAN SEBASTIÁN

EL CONTRAPUNTO La candidatura única pactada entre UPN, PP y Cs, en aras de un interés superior al partidista, muestra el camino a seguir

VAYA por delante una convicción profunda: el voto pertenece en exclusiva al votante, que lo concede, en uso de su libertad, a quien estima oportuno y conveniente. A partir de ahí, existen ciertos asertos comúnmente aceptados que es preciso desmentir, precisamente con el fin de que podamos votar con toda la información necesaria. La primera y principal de esas asunciones erróneas es la célebre «un hombre, un voto». Nada más lejos de la realidad. En virtud de nuestro sistema electoral, el valor de cada sufragio varía sustancialmente dependiendo no solo de dónde se emita, sino también de qué partido sea su destinatario. Y en ese punto estriba el meollo de una cuestión que levanta ampollas, que a mi compañero Ramón Pérez-Maura le ha valido recientemente un ataque feroz en las redes sociales, procedente de cuentas que se proclaman seguidoras de Vox, y que imagino me traerá idénticas consecuencias, sin restar un ápice de veracidad a lo que ambos exponemos.

Existen en España veintiséis circunscripciones que reparten menos de seis escaños. Se localizan principalmente en las dos Castillas y Extremadura. Se trata de provincias históricamente bipartidistas, en las que las nuevas formaciones apenas han abierto brecha, salvo para restar a uno de los dos grandes un asiento asignado de forma prácticamente automática a su adversario. La mecánica de este proceso es compleja y muy larga de explicar, pero el hecho es que en esas 26 circunscripciones resulta matemáticamente imposible que la cuarta y quinta fuerza obtengan un diputado. A tenor de las encuestas, serán pues PSOE, PP y Ciudadanos (o en algunas tal vez Podemos) quienes compitan por sacar cabeza en esas plazas, con una clara ventaja para los dos primeros y en particular para los socialistas, dado que la fragmentación de la derecha lastra las posibilidades de Casado y beneficia a Sánchez, quien podría obtener entre 25 y 30 asientos adicionales en el Congreso procedentes únicamente de esas demarcaciones. Escaños decisivos, merced a los cuales estaría en condiciones de reeditar la mayoría parlamentaria que le llevó a La Moncloa y gobernar nuevamente con el apoyo del separatismo.

La situación que describo es tan real como lo que nos jugamos el 28-A: cuatro años más de «frente popular», con unas fuerzas independentistas echadas al monte de la autodeterminación y un candidato socialista a la Presidencia cuya ambición de poder supera con creces cualquier escrúpulo o lealtad a la Constitución que juró cumplir y hacer cumplir. En otras palabras, el futuro.

¿Qué hacer ante este embate de incalculable gravedad? Allá cada cual con su conciencia y prioridades. Vote usted, querido lector, a quien prefiera, pero tenga bien presentes las repercusiones de su decisión. No es igual votar en Madrid o Barcelona que hacerlo en Guadalajara o León. Tampoco es equiparable una política sectorial cualquiera a la unidad nacional que peligra, hasta extremos nunca conocidos, si Sánchez revalida su mandato. Es la hora de la patria y el patriotismo se demuestra con hechos. Navarra acaba de mostrar el camino a seguir, a través de esa candidatura única pactada entre UPN, PP y Cs para las autonómicas, que supone la renuncia a sus respectivas siglas en aras de un propósito muy superior al interés partidista. Porque en esas urnas lo que se dirime es la existencia misma de la comunidad foral, amenazada por el voraz apetito vasco. Es Navarra lo que está sobre la mesa el próximo 26 de mayo. Y el 28 de abril, España.