EL MUNDO – 05/05/16 – EDITORIAL
· La larga campaña electoral que nos aguarda hasta el 26 de junio ya está en marcha. Sin esperar más tiempo, los partidos han empezado ya a confeccionar sus listas, mientras lanzan mensajes para ocupar su espacio político y denostar a sus adversarios.
En este contexto, una vez más, ha surgido la polémica de los debates electorales que, al igual que antes de las elecciones de diciembre, se centra en quiénes, cómo y dónde deben estar presentes los candidatos. Atresmedia y TVE se ofrecieron ayer a organizar debates a cuatro los días 16 y 20 de junio.
En principio, las cadenas desean que esta invitación sea aceptada por los cuatro líderes de los partidos, a diferencia de lo que sucedió en la anterior campaña en la que Mariano Rajoy aceptó mantener un cara a cara con Pedro Sánchez pero envió a Soraya Sáenz de Santamaría a debatir con los otros candidatos.
El PP no ha adoptado una posición, pero la mayoría de sus dirigentes son partidarios de que Rajoy acuda esta vez a los debates a cuatro. Son los partidos los que tienen que tomar la decisión, pero creemos –como siempre hemos defendido– que los debates son esenciales en una campaña. Por ello, nos parece una buena idea la celebración de un par de ellos entre Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, al margen del medio que se encargue de la organización.
Son también deseables los debates a dos o con distintas fórmulas que garanticen la pluralidad y un reparto equitativo del tiempo, asegurando que también se pueda escuchar la voz de otras fuerzas políticas minoritarias.
Una parte de la opinión pública está pidiendo a los partidos una campaña austera, con menos publicidad y menos actos en la calle. Tiene sentido porque existe una saturación de la oferta política tras el largo interregno que hemos sufrido. Pero ello es compatible con la celebración de esos debates que ayudan a conformar la decisión al votar.
Una cuestión esencial es el cómo deben ser. La experiencia del formato a cuatro de la última campaña fue decepcionante porque los candidatos eludieron explicar su programa y se enzarzaron en una competición de descalificaciones mutuas. Iglesias no paró de meterse con Sánchez y éste le lanzó unos cuantos dardos a Rivera. Peor todavía fue el cara a cara entre Rajoy y Sánchez, quien, con una agresividad desmedida, se dedicó a insultar al candidato del PP con calificativos personales como «indecente», «corrupto» y otras lindezas. Esto es lo que no debe repetirse y máxime tras el triste espectáculo en el que los partidos han demostrado su incapacidad para construir un pacto de Gobierno, culpándose recíprocamente del fracaso.
Lo que esperamos es que los líderes sean capaces de debatir sobre ideas y medidas concretas y que se pronuncien sobre temas cruciales como la educación, el modelo energético, la competitividad, la seguridad ciudadana y el funcionamiento de los servicios públicos.
Esperamos de ellos no el lanzamiento de eslóganes preparados por sus asesores sino propuestas para solucionar los graves problemas que tiene este país. No hay duda de que España es un país democrático, con el mismo nivel de libertades que las naciones de nuestro entorno. Precisamente por ello cabe esperar una campaña con menos personalismos que la anterior y con un mayor nivel de debate de ideas.
Esto no es sólo la expresión de buenos deseos. Creemos que hay una mayoría social que está cansada de la demagogia y el populismo y le gustaría escuchar propuestas serias y razonadas sobre cómo mejorar la educación o combatir el yihadismo sin merma de las libertades. Confiamos en que los debates sean esta vez otra cosa.
EL MUNDO – 05/05/16 – EDITORIAL