IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

El presidente Sánchez publicó ayer un tuit en el que afirmada: «El Congreso da luz verde a los presupuestos más renovadores y sociales para responder a la peor crisis de un siglo». Correcto, pero ¿será la respuesta adecuada, la que necesitamos? Luego siguió: «España dice adiós a otro tiempo (¿a cuál?) y avanza decidida a un futuro de progreso». Esto tiene ya muchos matices. Si por progreso entiende que va a regar con dinero a todos los colectivos que se lo piden y que va a satisfacer las ingentes demandas particulares de los 11 partidos, ¡11!, que le apoyan es cierto. Pero si por progreso entiende que en ese nuevo futuro habrá más actividad, más inversión, más empleo y, en definitiva, más bienestar, la afirmación es mucho más que dudosa.

El apoyo parlamentario a los Presupuestos es contundente así que nadie puede dudar de su legitimidad, pero espero que todavía se pueda discutir sobre su eficacia y su conveniencia. Los ingresos previstos no se los cree nadie -la reciente afirmación del Banco de España de que el 50% de las empresas están en pérdidas refleja bien las carencias de actividad que mantenemos-, y los gastos serán mayores -como auguran los más de un millón de personas, entre ERTE y autónomos que cobran prestación-, a pesar de que, ya de inicio, son un récord histórico.

Todo se fía a unos dineros europeos que todavía no sabemos si vendrán, ni cuándo se entregarán, ni con qué condiciones llegarán. Además no debemos olvidar cosas como que esperamos 27.000 millones de euros. ¿Saben cuántos ingresos se han perdido ya hasta octubre como consecuencia del brusco descenso del turismo? Pues 75.000 millones, según los cálculos del propio Gobierno. No son cifras homogéneas ni comparables, pero dan una idea de las insuficiencias de los Presupuestos.

Además del coste económico de tanta promesa a tantos partidos, incluidos los constitucionalistas, tenemos los costes añadidos que se cargarán contra la convivencia, necesarios para cumplir con ERC, atraer a Bildu y para quedar bien con el PNV. Toda una amplísima panoplia de temas relativos a la educación cercenada, a la legislación penal retorcida, a los indultos prometidos, a los presos retornados y a la fiscalidad autonómica violentada. Lo primero elevará el déficit y la deuda hacia alturas donde escasea el oxígeno. Lo segundo bajará los niveles de la convivencia hasta el barro de los maximalismos populistas.