Urbano, Lara, Casimiro: anatomía de un fraude

EL CONFIDENCIAL 05/04/14
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS

Pagué los 25,90 euros el jueves a primera hora de la mañana, precio de La Gran desmemoria de Pilar Urbano, y me fui directo al epílogo. Y en vez de encontrarme con lo que suponía –la inclusión del relato precedente en el género de ficción– me di de bruces con un atorrante texto titulado El Toisón del olvido. Leído, me abalancé sobre el apéndice documental (páginas 749 a 765) y, otra decepción: no localicé reproducción de papel significativo sobre el núcleo de la tesis de la autora, algo así como una suerte de probanza de que el Rey estuvo en la que ella denomina Operación Armada, o testimonio indubitado de que el fallecido Adolfo Suárez pensase que el monarca era el “elefante blanco” del 23-F, o de que el intento de golpe de Estado se urdió en la Zarzuela en su fase embrionaria.

Pero no desisto. Me encamino a las Notas (páginas 766 a 836) lo que me acredita que buena parte del libro es un refrito de otros, incluso de los ya escritos y publicados por Urbano. Continúo: voy al índice onomástico (páginas 837 a 863). Muchos van a adquirir este libro porque los mencionados son una comandancia de personas importantes y, no pocas, irrelevantes. Otro paso: me leo los agradecimientos. La autora los dedica, primero, a los vivos que la han desmentido de manera rotunda y descarnada, y en párrafo seguido, a los fallecidos que no lo pueden hacer: Eduardo Navarro, Sabino Fernández Campo, Pío Cabanillas, José María Cuevas, Torcuato Fernández Miranda, Agustín Rodríguez Sahagún, Fernando Abril Martorell, Ignacio Gómez Acebo y Santiago Carrillo todos los cuales facilitaron a Urbano “valiosas confidencias”.

Miro y remiro sobre noticia de grabaciones que acreditarían dichas conversaciones, pero no aparecen por parte alguna; repaso el índice que va por delante del texto principal y me dispongo a meterme entre pecho y espalda –los lectores merecen un respeto– nada menos que 740 páginas con una tipografía del cuerpo ocho (o sea, más bien pequeña), no sin calcular los años transcurridos desde el fallecimiento de las supuestas fuentes de la autora. Y las fechas no me cuadran. O más exactamente: no termino de entender por qué Urbano ha esperado tanto para sacar el libro. Salvo que, en términos cañís, ella y la editorial –Planeta- se hayan dicho: “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Lo más extraño, sin embargo, es que hace sólo tres años, en 2011, nuestra sagaz reportera ya escribió y publicó El Precio del trono, un tomazo de más de mil páginas en las que ni siquiera sugería la traída y llevada Operación Armada. Y por esas fechas, Suárez estaba severamente afectado por su mal y no tenía memoria, y algunos de los agradecidos de Urbano reposaban ya en sus tumbas.

Me acuesto a las tres de la mañana de ayer, viernes. Exhausto de la prosa barroca y amanerada de la autora. Y llego a una conclusión tan lamentable como indubitada: el libro de Pilar Urbano es un fraude, y atenta contra todas las normas deontológicas del periodismo y, diré más, de la honradez personal. Veo, incluso, cierta perversión que se contiene en el subtítulo de la obra: “Lo que Suárez ha olvidado y el Rey prefiere no recordar”. La enfermedad del ex presidente no le permitía recuerdo alguno desde, por lo menos, 2003, es decir, desde hace más de una década; y en cuanto al Rey, ¿cómo sabe de las preferencias de recuerdos y olvidos del monarca? Pero hay algo todavía peor: la desfachatez absoluta, el cinismo más acabado al redactar diálogos de enorme gravedad –naturalmente sin comillas obviando la fuente que se las relató a la autora. Estamos, en consecuencia, en parte, ante un corta y pega de otros muchos libros que, como en un puzle, componen lo que ya sabíamos del 23-F, y en parte, ante una impostura de una señora que, como dicen quienes le han desmentido, ha “perdido el oremus”.

Lara edita, Casimiro publicita

Estamos, igualmente, ante una gran operación comercial con algún trasfondo político. De la que se han beneficiado, la autora y la editorial –¿tu quoque Lara filiimi? podría exclamar el monarca respecto del editor como hizo Julio Cesar cuando vio entre sus asesinos a Bruto, su hijo adoptivo– que ha tenido una derivada instrumental pero decisiva: la apertura el pasado domingo, a cinco columnas, del diario El Mundo, sin entrecomillar el título: Suárez propuso al Rey revocar su dimisión un día después del 23-F. Sin esa publicidad (Pilar Urbano desvela las claves desconocidas del golpe de Estado en su nuevo libro), esta obrita se habría quedado en escasos diez mil ejemplares y, después del trasiego que le dio Casimiro García-Abadillo no bajará ni uno de los ciento cincuenta mil. Mauricio Casals y Paco Marhuenda, ambos de casa Lara se abstuvieron con una lógica editorial evidente. Todos hacen negocio a costa del suicidio de la autora que, aunque cuenta con setenta y cuatro años, ha enajenado la poca o mucha solvencia (según quienes) que le quedaba.

Naturalmente, los que quieren ajusticiar al Rey acumularán con este libro un motivo más. Los reproches que se pueden hacer al Jefe del Estado no son pocos y tan gruesos como para aconsejar su relevo por el Príncipe de Asturias. Pero tampoco son escasos sus determinados e importantes servicios a la democracia y al Estado que ni el más crítico hacia su figura y su larga gestión debería olvidar. Y el más relevante –aunque no el único– es que fue el monarca el que rescató el sistema constitucional del militarismo golpista.

Pilar Urbano no tiene redención. Ha querido emular a Jordi Évole con su Operación Palace que fue una broma pesada (Jordi Évole y el estado de la Nación de 25 de febrero de 2014) pero broma al fin que él mismo epilogó con una explicación cabalística. Pudo ser, pero no fue. Lo mismo pudo hacer esta mujer, Pilar Urbano, que milita en el peor de los integrismos intelectuales: se siente iluminada por la trascendencia y tocada por la verdad. Mientras tanto, la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), ha abierto un procedimiento contra Évole por una supuesta infracción deontológica a cuenta de su programa en la Sexta (Cara para Pilar Urbano, cruz para Jordi Évole de Nacho Gay). Ver para creer.

Y ahora, a coger la escopeta de feria y a disparar contra todo lo que se mueva. El deporte nacional ha sido, es y parece que será, entregarnos avinagradamente a despedazar, tantas veces con la mentira, nuestra propia historia. Y eso –Urbano debe saberlo bien– además de una estupidez congénita, podría ser un pecado. Mortal, Pilar, mortal de necesidad.