EL CORREO 06/03/14
· El lehendakari demanda un gran «acuerdo nacional» para frenar el descrédito de la política y «dignificarla ante la ciudadanía».
Pese a la «difícil» situación que hoy atraviesa Euskadi, el lehendakari Iñigo Urkullu dibujó ayer un horizonte algo más que esperanzador para la comunidad autónoma en un plazo relativamente corto, tan solo dentro de seis años. De hecho, el jefe del Ejecutivo hizo pivotar su primera conferencia en el Fórum Deusto sobre la idea de la Euskadi de 2020, un proyecto que representa, dijo, «nuestro desafío como nación» en un marco europeo de progreso económico y diversidad cultural. Urkullu pronosticó que, transcurrido lo que resta de esta legislatura y la siguiente, Euskadi «habrá consolidado» la paz y la convivencia, aspirará a liderar, en uno de los tres primeros puestos, el índice «mundial» de desarrollo humano y «contará», además, con un nuevo estatus político «acordado, refrendado por la ciudadanía vasca y respetado» por las instancias del Estado.
Un paisaje casi idílico para un porvenir cercano, sobre todo desde la óptica nacionalista, que Urkullu llegó a describir como un «nuevo país» fruto de la «oportunidad histórica, anhelada durante décadas», que, a su juicio, se les abre ahora a los vascos por primera vez desde 1936. El jefe del Ejecutivo vasco, que, como acostumbra en muchas de sus intervenciones públicas, citó al lehendakari Agirre –por su condición de alumno de Deusto y por su vocación europeísta–, recordó que desde que aquel Gobierno tuvo que exiliarse comenzada ya la Guerra Civil «nunca hemos vivido un momento de democracia y ausencia de violencia como el que ahora se nos presenta». «Podemos conjugar el binomio recuperación económica y convivencia en paz por primera vez en décadas», subrayó el lehendakari.
Asentado en los valores de «ética», «responsabilidad» y «solidaridad», Urkullu desgranó el «proyecto» con el que quiere conducir a Euskadi a estándares de bienestar desconocidos. «Es el momento de alcanzar un nuevo estatus político de futuro», proclamó, a pesar de que el debate sobre la reforma del Estatuto de Gernika, aun habiendo dado luz verde el Parlamento a la ponencia de autogobierno, ha quedado en evidente segundo plano frente a los denodados esfuerzos de Urkullu por consolidar la vía del desarme «ordenado» de ETA y la crisis económica. «Nos corresponde asumir nuestra responsabilidad institucional y alumbrar un nuevo estatus que dé respuesta a un contencioso político no resuelto», apuntó el jefe del Ejecutivo, que insinuó así el carácter netamente político de la reforma planteada, en lugar del incremento del autogobierno en clave puramente práctica que subyace en el texto de constitución de la ponencia pactado por el PNV y PSE.
Consciente de su identidad
Aunque no dio excesivos detalles del contenido de un proyecto para «crecer en autogobierno y crecer en Europa», sí ofreció algunas pistas. Según dijo, su aspiración pasa por lograr que dentro de seis años Euskadi «sea consciente» de su «identidad», basada en un sentimiento de pertenencia que, «sea el que sea», tenga como elementos fundamentales «el idioma y la cultura». Los derechos históricos como rasgo distintivo serían, para Urkullu, otro de los pilares de la actualización de un sistema de autogobierno «muy anterior a 1979». En suma, el debate que el lehendakari pretende impulsar debería facilitar un «proceso de institucionalización» de los derechos forales «desde la decisión de los vascos y en armonía con el resto, sabiendo que formamos parte de un mundo global». Todo ello, por supuesto, sin descuidar la «joya» que supone el sistema de Concierto, «que hay que cuidar como vestigio de unos derechos históricos». Siempre com espíritu de «convivencia con otras identidades, con espíritu de modernización».
Urkullu hizo hincapié también en su intervención en la necesidad de acabar con el tono bronco de las relaciones políticas y con la «confrontación y enfrentamiento permanente que tanto nos condiciona en el día a día». «Se extreman las posturas de oposición, se actúa con una visión cortoplacista, se utiliza la vida parlamentaria como ariete de desgaste político y del Gobierno, se tensan los posicionamientos socioeconómicos, se extreman las posturas críticas y los planteamientos demagógicos», lamentó.
Y aseguró que atajar ese problema es una necesidad urgente en plena crisis de crédito de la política –«no voy a cejar en el empeño, siento la necesidad, más que nunca, de una convivencia normalizada que contribuya a prestigiar la iniciativa pública», subrayó–, por lo que propuso un gran «acuerdo nacional» que marque una especie de ‘líneas rojas’ que no deben cruzarse en el rifirrafe político y un puñado de consensos básicos comunes a todas las tradiciones políticas. En definitiva, un pacto entre caballeros que, «desde una visión constructiva y de largo plazo», contribuya a «la dignificación de la acción política e institucional ante la ciudadanía».
El lehendakari, además, volvió a esgrimir su plan de paz como herramienta fundamental para que «el error y el horror sufridos no se vuelvan a reproducir». En ese sentido, exigió el desarme «ordenado, completo y verificado» de ETA, el reconocimiento del «daño injusto causado» y la «aceptación y aplicación de las soluciones legales que ofree la política penitenciaria».
EL CORREO 06/03/14