EL CORREO 17/06/14
· Insiste en buscar un acuerdo que «respete la pluralidad» y en una «consulta legal», pero alerta al presidente de que su silencio genera «insatisfacción»
El lehendakari envió ayer a Mariano Rajoy un mensaje de advertencia, de que llegará «hasta el final» en la defensa del acuerdo que se alcance en el Parlamento vasco para reformar el actual marco de autogobierno, aunque el consenso con Madrid acabe frustrándose. El escenario de confrontación que dibujó Iñigo Urkullu no es probable que se dé a corto plazo, e incluso puede diluirse a medida que pasen los meses porque tanto el PNV como el Gobierno vasco insisten en que acercarse a un horizonte similar al catalán no está dentro de sus planes, pero, por si acaso, el jefe del Ejecutivo autónomo dejó el recado: «El problema es que, si ante una mano tendida no hay respuesta, Rajoy tendrá que ser consciente del grado de insatisfacción que genera».
El guión que se defiende desde la Lehendakaritza consta de dos fases bien diferenciadas. La primera discurre por el Parlamento. Y no de forma demasiado acelerada. Desde hace un par de meses, los diferentes grupos trabajan en una ponencia de autogobierno cuyas conclusiones no se conocerán hasta final de legislatura.
El foro está ahora en la etapa de las comparecencias, en la que los diversos expertos citados por los partidos exponen sus valoraciones. Un periodo que se puede prolongar hasta los primeros meses de 2015. A partir de ahí, las reuniones se desarrollarán a puerta cerrada y será entonces cuando los partidos intenten consensuar un borrador común, o al menos uno con un respaldo mayor que el actual Estatuto de Gernika. No será fácil, dados los diferentes puntos de partida. En todo caso, y dado que durante el año que viene hay dos citas con las urnas –municipales y forales en mayo y generales en otoño–, la firma de un acuerdo, de haberlo, no llegaría hasta 2016, y es a finales de ese año cuando concluye el mandato de Urkullu.
El texto de nuevo estatus tendría que ser ratificado en Madrid por las Cortes. En el Gobierno vasco ni se plantean un escenario similar al vivido por Juan José Ibarretxe en 2005, cuando el Congreso rechazó su propuesta, que había sido avalada por una mayoría de la Cámara vasca gracias al apoyo de la izquierda abertzale. Tanto el PNV como el Ejecutivo de Vitoria sostienen que su objetivo es sumar a ese acuerdo a socialistas y populares.
Urkullu lo dejó claro ayer en Radio Euskadi cuando apostó por un «acuerdo institucional» desde el diálogo, que respete «la pluralidad» existente en Euskadi y que pueda ser ratificado «mediante una consulta legal y pactada en el conjunto de la sociedad vasca». Pero expuesto el ‘plan A’ que también incluye un consenso con el Gobierno central, el lehendakari también esbozó que, si esa vía no es posible, habrá otras. O lo que es lo mismo, que aunque no hubiera «acuerdo con Madrid», llevaría «hasta el final» el texto del Parlamento vasco.
Dónde se sitúa ese «final» no está claro. Desde la Lehendakaritza se matizó únicamente que se trata de un panorama muy lejano, que «no hay nada prefijado» y aventuraron que en los próximos meses pueden «pasar muchas cosas». La llegada de Felipe VI, la crisis de Cataluña, donde en principio sigue fijada la consulta soberanista para el 9 de noviembre, y los insistentes rumores sobre una posible reforma constitucional que permita modificar el modelo territorial español pueden influir de lleno en el debate sobre el autogobierno en Euskadi.
Relación fluida
Pero ante la posibilidad de que la discusión entre en un callejón sin salida como parece haberse introducido en Cataluña, Urkullu ha empezado a lanzar avisos. Ya lo hizo el pasado viernes en el Parlamento, en respuesta a una pregunta planteada por EH Bildu. «Mientras haya la más mínima posibilidad de diálogo y acuerdo, y a ello ayude el respeto institucional, merece la pena explorarlo. Cuando no la haya, hablaremos de otras cosas», respondió Urkullu para defenderse de las críticas lanzadas por la coalición soberanista por su asistencia este próximo jueves a la proclamación del nuevo Rey de España.
El lehendakari insistió ayer en que su intención es buscar un amplio consenso y que, además de la vía parlamentaria que atañe a los partidos, su cometido es mantener una relación más o menos fluida con Rajoy o, «cuando sea», con el nuevo jefe del Estado, en alusión a Felipe VI. Y ahí es donde está encontrando problemas.
«Sigo con la mano tendida. Me preocupa que esta actitud con la que estoy permanentemente ante el presidente del Gobierno no sea tomada en consideración, como no está siendo tomada hasta ahora», declaró Urkullu, que parece denotar un cierto hastío ante la actitud de Rajoy. El lehendakari dijo entender, sin ocultar su tono de malestar, que el presidente «haya tenido o tenga muchos problemas económicos, de desempleo, financieros y políticos y que se le plantea una patata caliente desde otra nacionalidad, como es Cataluña», pero que todas estas circunstancias no le deben impedir atender la ‘cuestión vasca’.
«El problema es que, si ante una mano tendida no hay respuesta, tendrá que ser consciente también del grado de insatisfacción que esto genera, no ya en los ciudadanos, sino también en los representantes institucionales, como en mi caso pueda ser», señaló Urkullu, quien rechazó que Euskadi pueda emprender ‘la vía catalana’ porque «tiene su propia realidad».