EL MUNDO 13/12/12
Derecho a decidir, pero sin plazos
Iñigo Urkullu, que será investido hoy lehendakari con los 27 votos de su partido -insuficientes ayer-, hizo gala ayer en la tribuna parlamentaria de la misma falta de concreción sobre su proyecto de nuevo marco político que a lo largo de toda la campaña electoral. Reivindicó el derecho a decidir y el desarrollo de su formulación y ejercicio pactado [con el Gobierno central], sin despejar el modelo concreto de su partido y sin que el término independencia saliera nunca de sus labios.
La prioridad de Urkullu es otra: afrontar la crisis y dotar de estabilidad a su Gobierno, según quedó demostrado en el debate, capitalizado por las malas perspectivas de 2013 -decrecimiento y paro- y la necesidad del nuevo Ejecutivo de articular mayorías que le permitan aprobar, en primer lugar, los próximos Presupuestos de la comunidad autónoma.
El reto económico restó importancia a los otros dos objetivos: paz y autogobierno. Sus palabras más repetidas fueron consenso y acuerdo, aunque concitó pocos apoyos entre los otros grupos.
Presionado por su soledad y la grave recesión que también afecta al País Vasco -cuya situación calificó de «emergencia nacional»-, Urkullu construyó un discurso sobre la necesidad de lograr «grandes acuerdos transformadores» para combatir la crisis, consolidar la paz y alcanzar un nuevo estatus político, sin clarificar en qué consiste la «nueva transición vasca» que propugna. Su definición le obligaría a elegir socio, tal y como se evidenció en las intervenciones de PSE y PP.
La oratoria con la que el candidato del PNV revistió la defensa de una «Euskadi dueña de su propio destino» evidenció la diferencia que separa la estrategia del PNV de la más desafiante de CiU en Cataluña. Ni siquiera puso fecha a la celebración de una consulta, prevista para 2015 en los documentos de su partido.
El próximo lehendakari planteó una propuesta de «nuevo estatus» sobre la base del binomio «democracia y pacto». Un acuerdo interno que su partido confía en alcanzar en el Parlamento vasco y trasladar luego para su aceptación a las instituciones españolas mediante un «sistema bilateral de garantía». No lo dijo, pero su propuesta se aleja de la unilateralidad del plan Ibarretxe y recupera los planteamientos de la doble llave de Josu Jon Imaz.
Urkullu se fijó en lo que une al PNV con la oposición, para apartarse de EH Bildu, cuyo modelo económico «está fuera del referente europeo», y volver la cara hacia el PSE. Aunque buscó la complicidad solidaria de los populares por la soledad en la que también gobierna Mariano Rajoy y alabó su actitud en el País Vasco, los socialistas se llevaron la palma de sus requerimientos. Aseguró que el PNV «comparte» con ellos la defensa de la sanidad, la educación, las prestaciones sociales y la defensa del autogobierno. Ambos partidos tienen «mucho en común», señaló en un guiño explícito a un entendimiento preferente con el PSE.