EL CORREO 17/09/13
· El jefe del Ejecutivo vasco bendice la firma del acuerdo PNV-PSE entre López y Ortuzar y lo abre a otros partidos «para mejorarlo»
· «Sumar» para crecer «No es un pacto forzado por las circunstancias sino fruto de convicciones profundas» «Confianza» «Desde el acuerdo remontaremos la crisis. Nadie en Euskadi se va a quedar atrás»
Con la solemnidad de las grandes citas, de esas destinadas a ocupar un lugar de honor en las futuras hemerotecas, PNV y PSE rubricaron ayer el «gran acuerdo de país» que han negociado en los últimos tres meses y que el lehendakari Urkullu no solo bendijo con su presencia y firma, sino que lo saludó con entusiasmo como un punto de inflexión en la historia democrática vasca tras quince años «de confrontación, enfrentamiento, política de bloques y división». «Este acuerdo puede y quiere abrir un nuevo tiempo, el tiempo de tejer complicidades en una Euskadi que quiere crecer desde la pluralidad, el trabajo en común y el acuerdo», proclamó el jefe del Ejecutivo.
Sin poder ocultar su satisfacción por un pacto que garantiza la estabilidad del gabinete jeltzale hasta el final de la legislatura y devuelve al PSE el protagonismo perdido en la escena política vasca y en el liderazgo de las instituciones, los tres firmantes –el líder del PNV, Andoni Ortuzar, y el secretario general del PSE, Patxi López, además del lehendakari–, hicieron hincapié en que la entente –que dejaron «abierta» a la incorporación de otros partidos y a su extensión a «todas las instituciones»– es, por encima de todo, «beneficiosa» para el país y una «herramienta útil» para «remontar» la crisis.
De hecho, los protagonistas de una imagen tan esperada como inédita, con dos lehendakaris –el actual y su predecesor– juntos en atriles contiguos, confiaron al unísono en que 2013 sea el año «más duro» de la crisis, aunque Urkullu no ocultó que 2014 no será tampoco un camino de rosas. Eso sí, según Ortuzar, el próximo año se empezará a vislumbrar un «mejor horizonte», más despejado, porque «vamos a poder recorrerlo en compañía de este gran acuerdo» que incluye como parte troncal una reforma fiscal que obligará a rascarse el bolsillo al grueso de los contribuyentes y con la que los firmantes esperan incrementar en 1.500 millones de euros los ingresos de las arcas vascas en los próximos tres años.
Optimismo, «confianza» y esperanza en el futuro fue, por lo tanto, el ‘leit motiv’ pactado por la Lehendakaritza, el PNV y el PSE para dar empaque a la escenificación definitiva del acuerdo que jeltzales y socialistas anunciaron ya hace una semana en el Parlamento. Un pacto que está pendiente –prácticamente descartada en privado la posibilidad de que la izquierda abertzale se sume– de la posible incorporación del PP, dado que el PNV y el PSE solo suman mayoría en las Juntas Generales vizcaínas.
Ambos partidos son conscientes de que en Álava y en Gipuzkoa una improbable aunque posible mayoría a la contra de los populares y Bildu obligaría a utilizar la competencia armonizadora del Parlamento para evitar disonancias entre los impuestos de los tres territorios. Patxi López, de hecho y significativamente, fue el único que recordó ayer esa posibilidad.
Perspectiva histórica
El lehendakari, por su parte, prefirió renovar su compromiso de «propiciar vías» desde el papel institucional «que me corresponde» para facilitar el acercamiento de los populares de Arantza Quiroga al acuerdo. «Ya lo estoy haciendo», puntualizó Urkullu, quien recalcó, igual que López y Ortuzar, que el texto rubricado ayer está abierto a posibles modificaciones en la tramitación en Juntas Generales de la reforma tributaria siempre que sea para «mejorarlo» y no para «desnaturalizarlo». En la práctica, cabe la posibilidad de que el PP logre que jeltzales y socialistas incorporen algunas medidas e incentivos fiscales que puedan vender como fruto de su aportación y que en un plazo no muy lejano los fotógrafos capten otra imagen cargada de significado político, la de la incorporación del PP vasco al consenso.
«Hoy no se cierra un acuerdo, se abre un acuerdo», proclamó el lehendakari Urkullu, que quiso dar un barniz de enorme trascendencia a la firma desde una «perspectiva histórica». El presidente vasco se remontó a la etapa de colaboración entre el PNV y el PSE en los ejecutivos de José Antonio Ardanza, un período que consideró clave para asentar el autogobierno vasco sobre «valores compartidos». Para el lehendakari, el acuerdo sellado ayer con todos los honores supone recuperar ese clima de «entendimiento y concertación» que Euskadi «necesita y reclama» después de tres lustros marcados por la «política de bloques» y la división.
Sonó como un canto a la transversalidad y una defensa en toda regla de la fórmula PNV-PSE tras años de recelos y desconfianzas larvados sobre todo en la etapa del pacto de Lizarra, una entente excluyente entre nacionalistas que, con el telón de fondo de la violencia de ETA, abrió una sima entre abertzales y no abertzales en Euskadi. En el caso del PNV y
PSE, la brecha no hizo sino ahondarse por la férrea oposición de Sabin Etxea al pasado Gobierno de Patxi López, sustentado en el acuerdo entre socialistas y populares.
La loa al diálogo y al entendimiento entre diferentes tuvo continuidad en los discursos de López y Ortuzar, que aprovecharon para exhibir, cada uno, su propia versión de la historia. En el caso del líder de los socialistas vascos, que no echó la vista atrás ni reverdeció laureles, para negar que su partido se haya visto «forzado por las circunstancias» a firmar el pacto.
Según dijo, el acuerdo no es un «cheque en blanco» al PNV ni fruto de la necesidad de «reforzamiento» del PSE, sino de «convicciones profundas» sobre la responsabilidad de apuntalar la pluralidad vasca y procurar «utilidad» a la actividad pública en tiempos convulsos. «La política, si se ejerce con responsabilidad, tiene que dejar de lado agravios y apostar por el futuro», apostilló López, que insistió en que los socialistas «sabemos cuando hay que decir ‘sí’» en favor del «interés ciudadano».
También un exultante Andoni Ortuzar habló de una entente «amplia y ambiciosa» que abre «las puertas del futuro». Sin embargo, y con la intención de subrayar el ascendiente político de Urkullu, situó su origen en la cumbre que el lehendakari convocó el pasado 21 de mayo y que, según recordó, fue acogida con «escepticismo». «Entramos con recelo y salimos convencidos de la necesidad de arrimar el hombro», enfatizó, convencido de que ayer fue «un gran día para el pueblo vasco».